Noche de pasión en Lisboa (IX): Los libros sibilinos
Fecha: 05/12/2017,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: alfredo1257, Fuente: CuentoRelatos
... ya no teníamos sitio para seguir almacenando. Necesitábamos cajas. Un sábado. ¿Dónde rayos íbamos a encontrar cajas para todo aquello? Comencé a pensar que había metido el barco en las piedras sin pensarlo. Y los rebozuelos ni siquiera habíamos empezado a recolectarlos.
Otra vez Amália me sacó de apuros – Bendita mujer – Llamó a una quinta vecina que se dedicaba a la producción de vino, y presentándose como “La tía Amália”, les pidió que nos prestasen las cajas en que recolectaban las uvas. Por lo que se ve, la tía Amália tenía peso en la comarca, porque no hubo ningún problema. Incluso nos las trajeron en unas camionetas de caja abierta, dejándonoslas en la quinta.
Al ser sábado y haber convocado al personal para trabajar, fueron apareciendo a lo largo de la mañana los hijos de los trabajadores. Y se me ocurrió que podría utilizarlos también. No estoy de acuerdo con la explotación de nadie. Pero aquí cada uno que doblase la espalda iba a cobrar lo mismo, independientemente de su edad. Así que organice una brigada con las chicas y chicos, procurando que tuviesen la edad rayana con la legal de trabajo, o muy poco por debajo los más jóvenes. Y me los llevé a recoger los rebozuelos, dándoles las mismas instrucciones. Les fijé a las chicas la talla mínima a recolectar y a ellos los puse a transportar hacia la quinta las setas.
A las tres de la tarde, tuvimos que dejar el trabajo, ya no quedaban cajas. En el patio de almacenaje, el suelo estaba completamente cubierto ...
... de cajas en cuatro bloques diferenciados, con varias alturas de apilado en cada uno de ellos. Consulté con Alipio y el resto de los capataces y llegamos a la conclusión que necesitábamos un tráiler articulado para mover todo aquello. Mi gente era gente de campo, acostumbrados a trabajar pegados al suelo y lo habían hecho como jabatos.
Pesamos varias cajas al azar, y haciendo un cálculo aproximado, teníamos delante de nuestros ojos, 45.000 euros al precio que habíamos tratado.
Llamamos al intermediario y quedamos en que en una hora tendríamos un camión puesto en la finca y que él estaría presente en el pesado de las cajas y la carga del mismo.
Mientras venía y los hombres organizaban todo para acometer la carga fui a hablar con mi mujer, a la que casi ni había visto durante el día. Se me había ocurrido otra de mis “brillantes” ideas y antes de publicarla, quería su aprobación. La busqué y no era capaz de encontrarla, hasta que la vi. Era una bracera más. Estaba vestida con ropa de trabajo y un pañuelo cubría su cabeza. Cuando me vio, me sonrió y dándome un beso me preguntó qué tal iba todo. Entonces la puse al corriente de lo que se me había ocurrido:
- Cariño, he estado en el bosque y si no hubiese visto por la mañana como estaba, diría que ahí no se ha recolectado absolutamente nada. Se me ha ocurrido algo, pero necesito que vosotras lo aprobéis antes de decir nada. Se trata de lo siguiente: Este negocio ha surgido hoy, y la finca no contaba con este dinero. ...