Noche de pasión en Lisboa (IX): Los libros sibilinos
Fecha: 05/12/2017,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: alfredo1257, Fuente: CuentoRelatos
Marta me adora. Pero no en el sentido sexual, quede claro y vaya por delante. Estoy saboreando con fruición un plato de arroz con menudillos de ave, que ha preparado especialmente para mí. Enfrente, sentada y en silencio, Amália da cuenta de su cena mirándome con una sonrisa, que yo interpreto de aprobación, viendo como disfruto de la mía. Me enjugo los labios con la servilleta, y me dispongo a beber un buche de un vino tinto que me gusta particularmente y que he descorchado para acompañar las viandas.
Todas las personas ejecutamos inconscientemente una serie de actos, en los cuales, si no existe un condicionante exterior que los altere, la precisión de tiempos y movimientos es sorprendentemente regular. Aunque en cada persona sean diferentes. Uno de ellos es el beber durante una comida. Siempre tardamos el mismo tiempo desde que levantamos la copa, hasta que la volvemos a posar en la mesa. Y la cantidad de líquido que ingerimos también es la misma.
Con la precisión del francotirador que apunta su fusil, disparando por delante de un objetivo en movimiento, para que su proyectil alcance al blanco cuando aquel cruce su trayectoria, Amália calcula cuándo ha de comenzar su frase, para terminarla exactamente en el momento que estoy empezando a tragar.
Levantando su servilleta, en apariencia para enjugar la comisura de sus labios, la extiende como un escudo frente a sí, a fin de proteger su escote y el frontal de su vestido, de las consecuencias que sabe que tendrá lo que ...
... va a decir a continuación. Y sin previo aviso, dispara:
- Por tu culpa, tu nietecita tiene un pretendiente que le hace la rosca.
Al oír semejante aseveración me atraganto, expulsando una nube de vino pulverizado. Al mismo tiempo que, debido a los espasmos de la tos, derramo más de la mitad del contenido de mi copa, directamente encima del plato de arroz. El vino tinto, al contacto con la comida, tiñe ésta de un color parduzco y la contamina con el sabor del vino crudo, estropeando definitivamente el delicioso plato que estaba degustando, arruinándome así la cena.
Para que no me quepa ninguna duda del por qué me ha dado así la noticia, Amália sonriéndome inocentemente, me comenta:
- Mira cariño, ahora tu plato parece un arroz malandro.
La madre que la parió. Qué nivel de maquiavelismo. Ha esperado más dos meses para hacerme pagar la deuda que asumí que haría efectiva, en el nombre de Marta.
- ¿Queda con esto saldada la deuda? – pregunto
- Sí, ya está pagada, cariño – Me dice Amália, levantándose y besándome por encima de la mesa, mientras me sonríe cariñosa.
- Y ahora, cielo, dime ¿qué es eso de que Paulinha – mi nietecita no puede ser otra- tiene novio? Y lo más importante ¿Qué rayos tengo yo que ver en el asunto? – pregunto, encendiendo un cigarrillo. La cena para mí se ha terminado.
- Pues que le has enseñado a entrenar al perro, y eso ha sido la causa de que la muchacha ahora tenga un guayabo que la ronda.
- Si no me lo explicas mejor…
- Es ...