Noche de pasión en Lisboa (IX): Los libros sibilinos
Fecha: 05/12/2017,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: alfredo1257, Fuente: CuentoRelatos
... darle un aire más informal a la charla, y sentarme en el Chesterfield, esperando para que aparezca el muchacho.
Oigo venir a la pareja por el pasillo cuchicheando entre ellos. Paulinha lo está tranquilizando, suponiendo que mi trato con los de la casa, es extensivo automáticamente a todo el mundo. Entran y Paulinha me lo presenta:
- Dom Alfredo, este es Filipe. - Y no da más explicaciones. No quiere llamarle novio en mi presencia.
Es un muchacho de más o menos su edad, bien plantado y guapote. Al menos la niña, en cuestiones estéticas tiene buen gusto. Se le ve educado y un poco cortado al verse por primera vez a solas ante el patrón.
Me levanto y estrecho la mano al muchacho, pidiéndole a Paulinha que nos deje solos, que lo que vamos a tratar son cosas de hombres. Ella se enfurruña pero no dice nada y se va hacia la cocina. Nosotros nos sentamos y comenzamos a charlar:
- Buenas noches, me ha llegado el rumor de que te ves con Paula. No temas. Como sabes yo no soy parte de su familia. Pero sí quisiera que supieras en que terreno juegas, para que no te llames a engaño. Todas las mujeres de la casa considero que son mi responsabilidad. Así que si cualquiera de ellas te ofende en algo, tienes la puerta abierta para venir a plantearme tu queja. Pero si alguien ofende a cualquiera de ellas está ofendiendo mi casa, y por lo tanto, a mí. Y comprenderás que eso no puedo consentirlo.
- Dom Alfredo, a mí me gusta Paula, y estamos conociéndonos, yo no sé hasta dónde ...
... vamos a llegar. A lo mejor dentro de unos meses ya no somos nada.
- Lo entiendo perfectamente. Las parejas se juntan y si no congenian, se deshacen. No tengo nada en contra de eso. Pero a mí me gusta, cuando me voy de un sitio, dejar las cosas tal y cómo las encontré, sin romper nada. Y me gustaría que en vuestro caso también fuese así. No sé si comprendes lo que quiero decir.
- Dom Alfredo, no ha pasado nada entre Paula y yo. Usted me entiende. Yo la veo con buenas intenciones.
- Bueno, pues me alegra que así sea. Cuando vengas a buscarla o te apetezca, pásate por aquí y charlamos como amigos.
- Así lo haré, no se preocupe.
Nos levantamos, y nos estrechamos la mano. Cuando se dirigía hacia la puerta para irse le envié un aviso:
- Una última cosa, para que todo quede bien claro.
- Dígame Dom Alfredo.
- Si le pegas, te mato.
- Dom Alfredo, ahora es usted quien me ha ofendido. Yo no soy de esos hombres.
- Me alegro, créeme. Yo no tendré un disgusto y tú vivirás muchos más años. Y discúlpame la ofensa.
Cuando me vio la cara, supo que no era una amenaza, era la constatación de que si le ponía la mano encima a Paulinha, era hombre muerto.
Se fue y yo me senté en el Chesterfield, encendí un cigarrillo y cerrando los ojos, eché la cabeza atrás. Poco sabía yo, que por culpa de ese cabrito, iba a derramar lágrimas de felicidad en el futuro.
Una presencia se arrodilló ante mí y agarrándome la mano derecha se la llevó a los labios mientras, con mucha ...