La reeducación de Areana (9)
Fecha: 20/11/2017,
Categorías:
Erotismo y Amor
Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos
... en el sillón tratando de controlar el llanto que le bañaba las mejillas, la besó y le dijo:
-Por fin, mamá, por fin las cosas están como tienen que estar… Somos sumisas, mamá, y gracias a la señora Amalia empezaremos a vivir…
Eva se secó las lágrimas que empañaban sus ojos, abrazó a su hija temblando y luego de besarla largamente en la mejilla le dijo con voz quebrada:
-Quizá tengas razón, Areana… Espero verte en unos días…
-Bueno, Elena, llevátela y no me la acostumbres mal en estos días.
-Perdé cuidado, Amalia. La voy a tener a rienda corta.
Momentos después Elena conducía el auto rumbo a su casa, relamiéndose del intenso placer que la esperaba con la cachorrita en sus manos.
-Bueno, todo salió como lo planeamos con Amalia. –se ufanó ante Areana.
-¿Hace mucho que se conocen con mamá?
-Un año.
-¿Y cómo se conocieron? –quiso saber la niña.
-En el gimnasio. Yo le eché el ojo la primera vez que la vi desnuda mientras se duchaba. Soy lesbiana y me calenté con ella, pero cuando supe de vos se lo conté a Amalia y ella comenzó a planificar tu captura.
Areana la escuchaba excitada, estremecida por la conciencia de haber ingresado definitivamente en un mundo tan oscuro como fascinante y al cual, sin duda, estaba destinada.
-Ahora vas a pasar dos o tres días en mis manos, perrita, y como le dije a Amalia, te voy a tener a rienda corta.
-Lo que usted diga, señora.
Poco después Elena estacionaba el auto en la cochera del edificio donde ...
... vivía.
-Bajá, perrita. Acá a la vuelta hay una librería donde hacen plastificados. –dijo y una vez en el negocio le ordenó a Areana que sacara del bolso la hoja donde estaba copiada la credencial.
-Explicale a la señora lo que necesitás. –agregó.
Areana se puso colorada y le extendiéndo la hoja a la mujer que atendía el local murmuró con voz apenas audible:
-Necesito… plastificar esto…
-¿Esto? –la interpeló Elena.
Areana dudó un instante y finalmente dijo mientras sentía arder sus mejillas:
-Mi… mi credencial…
La mujer, una rubia robusta aunque de buenas formas, de unos cuarenta años, observó la hoja, luego clavó sus ojos en Areana, que miraba obstinadamente el piso, y le dijo:
-Muy bien, tesorito, recorto tu… tu credencial y te la plastifico en un minuto.
-Gracias… -murmuró la sumisita.
-Gracias ¿qué? –intervino Elena.
-Gracias, señora… -se corrigió Areana.
-Qué bien educadita la tiene. –dijo la mujer dirigiéndose a Elena con una sonrisa sugerente.
-Así hay que tenerlas, ¿no cree?
-Estoy de acuerdo. –coincidió la mujer. –Así educaditas es como nos hacen felices.
Areana se debatía entre la vergüenza y la excitación ante la certeza de que esa cuarentona desconocida experimentaba un lascivo interés por ella.
-¿Tiene una tarjeta del local? –preguntó Elena.
-Sí, claro. –contestó la rubia teñida y le extendió una pequeña cartulina verde con todos los datos.
Elena, a su vez, le dio una tarjeta personal y le dijo:
-Estamos en ...