Un ladrón en mi casa - Relatos Eróticos

Un ladrón en mi casa

... de apretadas que en los brazos.También me amarró por la cintura para que no pudiera mover los brazos a los lados....La excitación seguía aumentando cada vez más y más...Unió mis brazos y mis manos con otra cuerda y con ello sentí que realmente no podría moverme para nada.Me levantó sobre su hombro y me llevó hasta mi dormitorio. Allí me dejó boca abajo sobre mi cama. Me dijo suavemente, como sobrándome:“No te vayas lejos, nena, yo vuelvo enseguida…”Me dejó allí acostada mientras comenzaba a registrar toda la casa.Tenía todo el tiempo del mundo para intentar desatarme; así que comencé a hacerlo, pero fue imposible.Ese turro era un verdadero experto en ataduras…Pero seguía pensando si ese tipo iba a cogerme en cuanto terminara de elegir qué iba a robarme…Yo estaba vestida con unas calzas ajustadas de gimnasia, que me marcaban bien las curvas de mi cola. No me había puesto una tanga porque hacía calor. Arriba tenía una camiseta también ajustada a mi cuerpo y mis tetas se marcaban bastante, porque tampoco llevaba corpiño…Estaba casi desnuda, a pesar de esas dos prendas que tenían mucha tela.Después de un buen rato de oírlo recorrer toda la casa abriendo y vaciando cajones; al fin regresó al dormitorio. Pude oír su respiración entrecortada y de repente sentí que se sentaba a mi lado en la cama.“Me extrañaste…?” Preguntó, mientras una de sus manos se deslizaba por mi muslo y pronto llegaba a mi cola. Me quitó la mordaza y entonces le pude pedir que me desatara y se fuera; si era ...

... que ya había conseguido lo que buscaba.“Pero estoy buscando otra cosa, nena; todavía no te diste cuenta…?”Antes de que pudiera yo decir algo, sus pesadas manos tomaron mis calzas por la cintura y me la bajaron hasta la primera atadura, a la altura de mis muslos.El tipo emitió un silbido; me imagino admirando mi culo redondo…De repente, uno de sus dedos se hundió entre mis apretados labios vaginales desde atrás. El hombre suspiró y lo sacó enseguida.“Ah, putita mía, apenas te toco y ya estás empapada…”El hijo de puta tenía razón: apenas me deslizó las calzas, mi concha casi explotó en un orgasmo; pero apenas lo pude contener, apretando los muslos. No iba a darle el gusto a ese turro de hacerme acabar tan fácilmente.Intentó a ponerme la mordaza; pero esta vez me resistí girando mi cabeza de un lado a otro. Mi atacante sonrió y susurró:“Bueno, mejor sin mordaza; así te escucho gritar y pedirme más…”Entonces sentí sus piernas desnudas reptando sobre mi cuerpo y, muy repentinamente, su verga dura se deslizó entre mis muslos apretados por esas cuerdas y con mucha facilidad penetró en mi concha desde atrás.Metió solo la punta, mientras el peso de su cuerpo me aplastaba contra el colchón. Dejé escapar un prolongado suspiro; más por la sorpresa que por el placer de esa penetración.Sentí su respiración en mi nuca y de repente una segunda embestida hizo que esa magnífica verga se deslizara más y entrara completa en mi humedecida y hambrienta vagina.Se quedó quieto unos segundos y después ...