La putísima madre (capítulo 3)
Fecha: 12/05/2021,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: juliomarkov, Fuente: CuentoRelatos
... de nuevo a escuchar qué decían. La historia era la misma de la noche anterior: mi padre quería un mañanero y me madre se lo negaba:
—¡Te dije que no, no seas pesado!
Yo me puse un traje de baño, salí al patio y me tiré en una reposera a tomar sol al costado de la piscina. Al rato apareció mi vieja con la misma intención. Llevaba puesto el bikini rojo, el atrevido, el que no dejaba casi nada librado a la imaginación, el que había comprado para mí. Arriba, sus grandes tetas parecían que iban a escaparse en cada movimiento; y abajo, el diminuto colaless le dejaba los cachetes completamente al aire. Apenas me vio, me dio los buenos días y se ofreció para ponerme protector solar.
Cuando apareció mi viejo ella estaba montada sobre mí untándome bronceador en el pecho, sentada directamente sobre mi bulto. Sus tetas se bamboleaban a escasos centímetros de mi cara. Para colmo yo me había puesto un traje de baño elastizado, de esos que parecen boxers, y mi evidente bulto se perdía dentro de sus nalgas cuando ella se movía adelante y atrás al ritmo de los masajes. La escena tenía un grado máximo de obscenidad, casi que estábamos garchando frente a mi viejo; sin embargo, éste no dijo nada, sólo saludó y se sentó a leer un libro en una reposera a unos pocos metros.
Luego me tocó el turno de pasarle bronceador a ella. Así que le volqué la mitad del frasco encima y le di una buena manoseada a todo su cuerpo. Estuve un buen rato concentrado en sus aceitosas nalgas, las cuales ...
... manoseé descaradamente ante la indiferencia de mi padre.
Cuando nos pusimos de pie, la tetona comenzó a reír en forma disimulada al ver mi gigante erección. Yo trataba de darle la espalda a mi viejo en todo momento para que éste no viera el tremendo bulto en mi traje de baño.
—Escondé un poco ese termo, papito –me susurró la perra al oído, cosa que no hizo más que obrar en sentido opuesto a lo imperado.
Mi alivio llegó cuando nos metimos en la piscina y mi enorme excitación quedó oculta bajo el agua. Allí hubo mucho arrime y manoseo disfrazado de juego inocente.
Tan breve le quedaba la parte superior de su bikini que, en el ajetreo, dos por tres se le escapaba una teta. Ambos reíamos a carcajadas en cada uno de esos accidentes, mientras ella volvía a acomodarse la bamboleante ubre dentro de su bikini con la dificultad que le imponían sus pequeñas manos. Todo ocurría delante de mi viejo que, por suerte, nunca apartó la vista de su libro.
Al mediodía, tras darme una buena ducha de agua fría para calmar mi calentura, pasé por la amplia sala –que integraba living, comedor y cocina– a ver si estaba pronto el almuerzo. Mi padre estaba leyendo el periódico sentado en un cómodo sillón, de espaldas a mi madre. Y ella estaba cocinando detrás de la gran mesada. La putita llevaba puesta la calza azul que había sido mi perdición. También vestía un pequeño delantal que le daba un aspecto de sensual ama de casa. Al mirarle el ojete me di cuenta que de poco me había servido la ...