1. Mamá en el tren


    Fecha: 04/11/2017, Categorías: Anal Autor: Jullietta, Fuente: CuentoRelatos

    Hay una etapa de mi vida que recuerdo con cierto rencor. Aunque también tuvo su contraprestación.
    
    Cuando estuve embarazada de mi hijo, la relación con mi pareja se vio seriamente afectada.
    
    Ya os he mencionado que él es en cierta manera clasicista. Y yo añadiría que torpón, falto de detalles.
    
    Cuando se empieza la gestación, a este tipo de personas parece que les entra como un miedo escénico a mantener relaciones sexuales. Y a medida que el embarazo se hace más notorio, pierden toda capacidad inventiva para poder seguir dándose placer mutuo entre ambos.
    
    Bien, me sitúo ya después del parto. Y, por supuesto con hambre de hombre. Sí, así como suena.
    
    Nuestra feminidad parece que se entesta en presentarnos a la sociedad como meras matronas, con los pechos hinchados para amamantar, y la libido descendida hasta el sótano.
    
    Sin embargo, estoy segura que muchas de las que podáis leer esto, coincidiréis en que nos sucede justamente lo contrario.
    
    Aquella mañana debía dirigirme a la capital. Y lógicamente me llevé a mi hijo conmigo. Cada cuatro horas pedía su ración, y el viaje me ocuparía bastante más.
    
    No quería conducir, así que opté por coger un tren de cercanías. Quería disfrutar también del paseo, y hacerlo con tranquilidad. Estaba dispuesta a gastar todo el día si así fuese necesario.
    
    Me encontraba ya en el andén, aguardando el convoy, y empecé a ver que el gentío era importante. Una avería en la línea se sumaba a la hora de máxima afluencia.
    
    Cuando, por ...
    ... fin se detuvo el primer tren, comprobé un poco nerviosa que ya iba bastante lleno.
    
    Una mujer que esperaba junto a mí, y un caballero atento, me ayudaron a subir el cochecito, con mi niño durmiendo en él, mientras la gente que ya llenaba la plataforma, hacían esfuerzos para dejarme el espacio suficiente. Tras el cochecito, yo. Y yo creo que centenares de personas más.
    
    La gente se arremolinaba alrededor del cochecito, y yo extendía la mano, para destapar un poco a mi bebé. Hacía calor a pesar de la refrigeración.
    
    Me había puesto una camiseta sin mangas. No encontré una blusa limpia acorde con mis deseos, y sabía que tendría que amamantar a mi chico. Pensé que bajarme el tirante sería fácil. Aun así, y para evitar esas absurdas miradas de reproche cuando una mujer amamanta a un niño en público, me coloqué una rebeca sobre los hombros, anudada al cuello, y que caía deportivamente sobre mi espalda. Una falda ibicenca remataba mi vestuario. Larga por debajo de la rodilla con generosidad. Aún tenía las piernas algo hinchadas. Pero me calcé unos buenos tacones. Eso sí, anchos, cómodos.
    
    Para intentar no agobiarme empecé a fijarme en la gente que me rodeaba. Bueno, en los hombres.
    
    El caballero que me había ayudado a subir el cochecito, se encontraba situado ahora enfrente de mí. Justo al otro lado. Maduro, (le calculé 45-50) vestía un traje de lino, con una camisa debajo, desabrochada en el cuello. Su cabello, perfectamente cuidado y peinado, lanzaba destellos plateados ...
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