El naufragio del amor - Relatos Eróticos

El naufragio del amor

... estaba sola en aquel lugar con un par de machos sedientos de amar, no podía cerrar los ojos ante la evidencia amaba a Alejandro y no quería exponerlo ante la pujante juventud de Rolando.

Se quedó dormida con aquel pensamiento clavado en su mente. Era ya de madrugada había lluvia en aquel instante, era un lugar muy cambiante a veces llovía tres días seguidos en otras llovía con fuerza extrema cuando más un par de horas y después salía el sol rebosante de luz y calor, quizá el ruido de la lluvia oculto el momento en que Alejandro se acomodó cerca de ella, paso su brazo sobre su hombro y atrapo con su mano uno de sus senos, al ver que no protestaba lo froto mientras comenzó a besar su cuello, Minerva soñaba y pensó que aquello era parte del sueño suspiro dejo que aquellas manos y labios acariciaran sus tetas, y su cuello, Alejandro empezó a besar su boca pero Minerva suspiro pensando que era Rolando quien realmente le estaba excitando, acepto la caricia y gimió cuando la mano de Alejandro se introdujo en el calzón de su bikini.

—Uohhh hay.

Entonces despertó y se dio cuenta que era su marido quien hurgaba en su intimidad. Sintió un súbito coraje que le hiso rechazarle.

—no déjame.

—- porque no si soy tu marido.

—-pues no, no se me da la gana además Rolando está muy cerca y puede oírnos.

—y que te importa que se dé cuenta, si no es nuestro crio para ocultarle nuestras copulas.

—piénsalo si se da cuenta será alentar su libido.

—pues tenemos que encontrar ...

... la forma de que me atiendas no pienso soportar mucho tiempo.

—pues siento decepcionarte, pero creo que serán por lo menos dos años o más si no abandonamos este patético sitio.

Minerva abandono momentáneamente la choza después regreso y se recostó lejos de Alejandro.

Con su excitación integra y sus pensamientos fijos Alejandro casi no durmió preso de amargos desencantos.

—no Minerva no voy a permitir que ese insignificante pelagatos te coja así tenga que matarlo, y a mí tendrás que darme tu deliciosa puchita quieras o no.

Rolando había tenido buena pesca el día anterior así que no tuvo que salir a pescar, no así Alejandro que le costaba mucho trabajo traer cuando menos un pescado. Tuvo que salir muy a su pesar a pescar, Rolando por su parte asaba un pescado mientras arreglaba algunas fallas en su choza. Minerva permanecía dentro de su choza, como siempre hacía evitando el encuentro con Rolando.

Una vez terminada su labor se dispuso a comer se trataba de un enorme pescado carnoso a mas no poder, difícilmente podría dar cuenta de tan enorme ejemplar tomo un gran pedazo y decidió convidar a Minerva.

—patrona.

Grito desde fuera de la choza.

Minerva salió a su encuentro.

—¿Qué pasa?

—aprovechando que no está el patrón venga y coma un trozo de pescado.

—te lo agradezco, pero no quiero disgustarlo.

—sé que le ha ido mal en la pesca, coma no tiene por qué enterarse.

Minerva tenía mucha hambre, era muy probable que Alejandro regresara con las ...