Una vieja amiga
Fecha: 26/06/2017,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... luego abriendo su boca para que nuestras lenguas se trenzaran nuevamente en feroz batalla. Mis manos, que acariciaban su espalda, bajaron para palpar sus nalgas a través de la fina tela de la pollera, acariciándolas suavemente al principio, para terminar oprimiéndolas con fuerza. Sus manos estrechaban mi espalda y sus pecho se apoyaban cálidamente sobre el mío.
Bajé mis manos para poder levantar su pollera acariciando al mismo tiempo sus piernas. Una vez que la pollera estuvo a la altura de su cintura, le hice sentir mi erección rozándola contra su entrepierna. Continuamos así un rato, entre besos y gemidos hasta que ella tomó su suéter y se lo sacó por sobre la cabeza, lo que me permitió observar y acariciar sus senos libremente.
Era realmente un hermoso par de tetas, redondas, bien llenas, la piel era increíblemente suave y sus pezones casi marrones se erguían justo en el centro. Oprimí sus pechos entre mis manos y acerqué mi boca para besarlos, primero uno y luego el otro, tomando sus pezones entre mis labios, oprimiéndolos suavemente y jugueteando con mi lengua sobre ellos, aplicándoles pequeños mordiscos y soltándolos luego para ver como crecían hasta alcanzar al menos un centímetro de largo.
Mientras yo me ocupaba de besar sus senos (no podía parar de hacerlo), ella movía su pelvis friccionando su entrepierna contra la mía. Sin quitar mi boca de donde estaba, bajé mis manos en busca del cierre de su pollera. Ella, al darse cuenta de mis intenciones, dejó por ...
... un momento de moverse, giró su pollera hacia adelante, la desprendió y la dejó caer hasta el piso, pateándola hacia un costado con el pie, todo en solo un segundo para luego dedicarse a quitarme la camisa, casi arrancando los botones.
Terminé de quitarme la camisa y llevé mis manos a su entrepierna, acariciando toda la zona por sobre la ropa interior. Apenas puse mi mano sobre su vagina sentí como daba un pequeño salto y suspiraba. A medida que aumentaba la presión de mis caricias sus suspiros se convertían en gemidos y la fina tela de algodón blanca de sus bragas se iba humedeciendo perceptiblemente.
Seguíamos parados contra la mesada de mármol de su cocina, así que me puse de rodillas en el piso y mirándola a los ojos, tomé sus bragas por los costados y las deslicé suavemente hacia abajo, acariciando al mismo tiempo todo el largo de sus piernas. Ella llevó ambas manos sobre su monte, tapándolo pudorosamente. Yo me tomé de su cintura y comencé besando su vientre, deteniéndome un momento sobre el ombligo para luego bajar por sus piernas, recorriéndolas con mi lengua, dejando un rastro de saliva.
Ascendí nuevamente por sus piernas, siempre dándole pequeños besos y lengüetazos. Al llegar a la zona prohibida besé suavemente sus manos y éstas se separaron como si ésa hubiera sido la llave mágica. Posé mis labios y apliqué un suave beso sobre su sexo. Todo su cuerpo se tensó, apoyó sus nalgas contra el frío mármol de la mesada, separó más sus piernas y con sus manos tomó ...