La vida de esclava, ¿la vida mejor?
Fecha: 30/08/2020,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: rubyg, Fuente: CuentoRelatos
Cuando desperté me invadió un terror inmenso. ¿Dónde demonios estaba? ¿Y cómo demonios había llegado allí? Estaba tumbada en una cama sencilla, sin sábanas y con una cabecera de barras de hierro. La habitación era fría, húmeda, sucia, apestaba como el baño de un bar y no tenía ventanas. Había manchas de moho en las paredes y en el techo y junto a ellas colgaban látigos, cadenas y cuerdas. Lo más aterrador era que yo misma estaba atada. En las muñecas tenía grilletes de acero que me encadenaban al cabecero de la cama. En los tobillos llevaba otros dos grilletes, pero éstos unidos entre sí por una barra metálica que me impedía cerrar mis piernas.
Intenté liberarme, pero fue inútil. Los grilletes eran fuertes y estaban firmemente apretados. Si no fuera porque su interior estaba acolchado seguramente me habría lastimado las muñecas. Grité durante horas, hasta perder la voz. Primero pedí auxilio. Luego, llena de ira, insulté al desalmado desconocido que me estaba haciendo aquello. Por último, con los ojos llenos de lágrimas y la voz rota, supliqué piedad. No obtuve ninguna respuesta. Entonces lloré y lloré hasta quedarme dormida.
Desperté otra vez y descubrí con amargura que no había sido una pesadilla. Intenté recordar lo que me había pasado. Salí de la universidad con mis amigas, nos tomamos algo y después fui a la parada del bus, donde esperé sola un rato. Entonces… ¿Entonces qué? ¿Qué ocurrió después? Mis recuerdos se perdían entre la niebla. Sólo alguna sensación ...
... lograba llegar a mi mente: un empujón, un olor fuerte y nauseabundo que me dejaba sin fuerzas, un chillido de pánico… Pero nada más. Después de eso sólo estaba aquella habitación.
Entonces descubrí una mesita junto a la cama y sobre ella una botella de agua. La botella estaba a la distancia justa para que las cadenas no me impidieran cogerla. Tenía mucha sed, de modo que bebí sin pensarlo dos veces.
Mientras bebía me di cuenta de que necesitaba orinar. Miré a mí alrededor y debajo de la cama buscando un orinal o algo por el estilo, pero no encontré nada. Grité de nuevo suplicando que me llevaran al baño, pero no hubo respuesta. Pensé en hacerlo en la botella, pero aún había bastante agua y probablemente la necesitaría más adelante. Aguanté todo lo que pude, pero entonces empezó a salir. Pude ver como el color de mis pantalones se oscurecía desde mi entrepierna hacia sus alrededores. Sentí la humedad recorrer mi piel, cálida al principio, tibia después, y por último fría. Y así, tumbada sobre un charco de mi propia orina, volví a echarme a llorar.
En aquella mazmorra no había ventanas ni relojes, de modo que no tenía noción del tiempo, Pero a juzgar por las veces que había dormido yo diría que habían pasado tres días cuando por fin oí abrirse la puerta.
-¡Por favor!- Supliqué con voz débil- Suéltame por favor, ya he tenido bastante. Haré lo que sea pero suéltame por favor.
-Yo no puedo soltarte- Contestó una voz femenina, casi infantil. -He venido sólo a ...