Esto no está bien, papi. Pero quiero que me penetres
Fecha: 26/06/2017,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: Dulce Fuego, Fuente: CuentoRelatos
Hola, guapo. Hasta hoy te he contado cómo fue mi despertar sexual y cómo descubrí encantada, que todos los hombres cercanos a mi se sentían atraídos por mi cuerpo y que a mi me fascinaba despertar en ellos el deseo de poseerme. Cuando recuerdo esa época, pienso en cómo incluso mi papá buscaba la manera de tocarme y lo mucho que a mi me gustaba provocar su hombría, tentarlo con mi cuerpo y comenzar así un juego de toqueteos y caricias furtivas que se prolongó durante unos meses antes de que su verga estuviera dentro de mi y aún más después de haber saciado su intenso deseo de fornicar con su hija.
En casa de mis papás, las mañanas comenzaban con el ritual de prepararnos para nuestras actividades. Mi hermano, fastidiado de esperar a que yo saliera de bañarme, optó por tomar su ducha diaria antes que lo hiciera yo, para evitar retrasarse. Una vez que yo desocupaba el baño, invariablemente era mi papá el que seguía en el desfile del baño matutino, que era clausurado por mi mamá, quien era la única que no tenía prisa, pues había montado un pequeño despacho de interiorismo y era su política nunca agendar una cita antes del medio día.
En esa época, comencé a "olvidar" en el baño mis bragas usadas. Me las quitaba antes de entrar a la regadera y las dejaba expuestas sobre la tapa del sanitario como parte del juego sexual que sostenía con mi papá, quien luego de bañarse, abría y cerraba velozmente la puerta de mi cuarto para lanzarme de vuelta mi slip marcado con la humedad de ...
... su semen por todas partes. La idea de dejarle a mi papá mi ropita como regalo secreto, la saqué de la confesión que me hizo mi hermano de que se masturbaba en mi cama envolviendo su verga con mi ropa interior; actividad que dejó de hacer luego de que me desvirgara la noche de mi cumpleaños, y sobre todo, por que con cierta frecuencia, cuando coincidíamos solos en la casa, dábamos rienda suelta a nuestra calentura y le dejaba hacerme cosas con las que él fantaseaba.
En poco tiempo, mi papá empezó a regalarme lencería, prendas que eran muy bonitas y por las que mi mamá un día me preguntó que de cuándo a acá estaba gastándome mi mesada en esos trapitos -¿Qué andas haciendo Dulce? y ¿con quién?- me cuestionó un sábado que desayunábamos acompañadas por mi hermano y mi papá en la cocina. -Ay mamá, no puede ser que hasta eso me cuestiones-. Le respondí enojada, mientras por debajo de la mesa, elevaba mi pierna hasta colocar mi pie en la entrepierna de mi papá que estaba sentado frente a mi, para pedir refuerzos y salir bien parada del interrogatorio materno. -Ya supéralo, Carolina. Candy es una mujercita ahora y tiene sus gustos, mejor déjala en paz-. Arguyó en mi defensa mi papá, cosa que le agradecí acariciando su miembro suavemente con mi pie durante el resto del desayuno.
A los pocos días, llegué a casa una tarde, luego de clases y encontré en mi cuarto un juego de lencería completo y muy sexy que consistía en una tanga muy pequeñita, un corsette negro con encaje en las ...