Historia del chip 024 - A flor de piel - Kim 010
Fecha: 25/06/2017,
Categorías:
Dominación / BDSM
Autor: chopin, Fuente: CuentoRelatos
... importará un poco de dolor en los pezones. Seguro que te acostumbras pronto.
Kim, con el dolor atenuándose y debatiendo consigo misma ya sólo quería dormir.
—Está bien, Mary. No puedo más. Te haré caso porque sueles saber mejor que yo lo que necesito.
Kim suspiró cuando pudo quitarse los mocasines. Pegó su cuerpo al pijama aterciopelado y excitante de Mary. Se durmió enseguida. Satisfecha, dolida, excitada y maltrecha. Los músculos de las piernas agarrotados. Los pezones, doloridos.
*—*—*
Las dos se despertaron frescas. Kim notó como Mary se movía. Cualquier roce del tejido la afectaba. Su cuerpo se había acostumbrado a moverse al son de su acompañante. Y, en esta ocasión, la textura agradable del terciopelo no molestaba tanto como de costumbre. Le dio un beso a Mary, -por automatismo-, sin que realmente sintiera ganas de hacerlo. Todavía estaba molesta. Mary, -con su intuición muy desarrollada-, acarició los pezones, que sin ningún atisbo de rubor reaccionaron poniéndose duros y demostrando lo mucho que agradecían ser tocados. Kim deseaba levantarse y evitar el contacto. Cómo habían cambiado las cosas. No hace mucho tiempo, añoraba estos juegos como subterfugio, ya que no podía tocarse. Ahora todo consistía en cumplir pasivamente, su deseo no era importante. No había nada que pudiera hacer o, al menos no era el día. Mary no dejaba de excitarla. No acostumbraba a estar así por las mañanas. Imaginó que quería decirle que Roger puede que lo hiciese, que debía ...
... aprender a prestar atención. Cuando ya había entrado en juego, sintiéndose húmeda de nuevo, apreció que de nuevo el dolor volvía a las puntas duras: las habían pellizcado de nuevo, sin previo aviso y sin preámbulos. No había sido tan fuerte como la noche anterior o eso le pareció. Ahí se acababa el estímulo. Dio un último beso sintiéndose hipócrita y se levantó para ducharse. En cuanta las piernas la sostuvieron, las pantorrillas y los pies protestaron por tener que aguantar tanto peso. Haciendo caso omiso a sus malestares, fue a por una merecida ducha. El agua calmó su mente, sus pezones y sus piernas. Cuando retornó Mary ya estaba haciendo el desayuno, la mesa puesta en la terraza.
Salió a disfrutar del aire frío, del zumo de naranja y a permitir que su férrea ama disfrutase del cuerpo desnudo y recién aseado. Era un juego tan desigual. Nunca ganaba. Se sentó con cuidado en la fría silla de metal. Había quitado el cojín pues le humillaba verlo con la mancha blanquecina que terminaba formándose. El contacto con las frías barras la hacían sentirse mucho más desnuda.
—Siempre he estado sin ropa en esta terraza. ¿Crees que hay alguien con un telescopio esperando a que salga? — preguntó a Mary, que estaba también sumida en sus pensamientos.
A las dos les encantaba esa hora en la que el sol empezaba a salir y saboreaban una tostada con mantequilla.
—Yo lo haría— admitió Mary, revelando quizás por primera vez sus sentimientos.
—¿Entonces, piensas que vale la pena ...