Los pies de Daniela
Fecha: 19/09/2017,
Categorías:
Lesbianas
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... naturalmente. Yo me quedé como una estatua y esperé a ver si era un descuido de ella o lo hacía aposta. También quería saber si el hombre era su marido o que.
Sin dudar más, sabiendo que pronto se abrirían las puertas del ascensor y probablemente se fuera aquella oportunidad, apreté mi pierna contra la suya a la vez que apretaba mi mano aprisionada contra su culo, que por cierto estaba bien duro. Como respuesta ella se pegó más a mí. Yo pasé a acariciarle directamente el culo y pude notar claramente sus braguitas. Naturalmente yo empecé mojarme inmediatamente y esperaba que a ella le pasara lo mismo.
Llegamos dos plantas más arriba y las puertas se abrieron. Era la planta a la que iba pero yo no pensaba moverme hasta saber que pasaba allí. La pareja del cochecito se bajó y el hombre que acompañaba a aquella mujer se quedó esperando a que ella saliera. Ella no se movió y dijo:
“Manolo, ve yendo tu que se me ha olvidado comprar una cosa. Ahora te veo”. La verdad es que mentía muy bien. Lógicamente se había separado de mí y empujaba al hombre para que se fuera. Estaba claro que no eran pareja y si que compañeros o amigos. Yo recé para que aquel tipo se largara y después de algún titubeo y otra insistencia de aquella mujer, se fue.
Cuando se cerró la puerta del ascensor nos quedamos solas. Ella apretó el botón del último piso, se dio la vuelta y me miró sonriendo.
“Hola”, dijo. Y se acercó a mi hasta quedar muy, muy juntas.
“Hola”, la respondí yo y pasando ...
... mis manos por detrás de ella la apreté contra mi la besé directamente en los labios. Se ve que yo no era la única que estaba caliente aquella mañana porque ella respondió fogosamente a aquel beso y empezó a jugar con su lengua dentro de mi boca. Tanto sus manos como las mías había ido a para al culo de la otra y rápidamente estábamos sobándonos ambos traseros.
“Me encantas”, la dije yo separándome un poco de ella.
“Y tu a mi, zorrilla”, me dijo ella, como si nos conociéramos de toda la vida. Me alegró comprobar que era una mujer que no perdía el tiempo.
“¿Como te llamas?”, la pregunté.
“Daniela”, me dijo. Yo le dije mi nombre mientras llegábamos al último piso. Se abrió la puerta y no había nadie. Dudamos un momento y ella me cogió de la mano con decisión y me dijo:
“Vamos a algún sitio”.
Yo no sabía a donde ir, pero no tenía mucho tiempo y tenía que volver a trabajar. Me llevaba de la mano a toda prisa. Se paró delante de un dependiente y le preguntó por los servicios. A mi me dio un vuelco al corazón. Aquella mujer quería sexo allí mismo e instantáneamente. Yo no estaba muy acostumbrada a esto, pero me produjo un morbo increíble la situación. Siguió tirando de mí y llegamos a la puerta de los servicios. Entramos y, menos mal, no había nadie. Daniela empujó una de las puertas de un water y entró llevándome de la mano. Quedamos las dos dentro cerró con llave. Me soltó y se quedó de frente a mí.
“Desde que entré en el ascensor me dieron ganas de comerte el ...