Desde el día en el que conocí a mi suegra, me pareció una mujer no muy guapa, pero sí muy atractiva. Está divorciada desde hace unos años y mantiene un aspecto muy jovial aunque ya tenga sus 50 años. Es una mujer de pelo castaño, a media melena y liso, tiene unos ojos marrones medianos, sonrisa con boca grande y de mediana estatura. Entre sus atributos, mantiene sus pequeños pesos bien tersos y su culo es digno de observar, me he fijado en él desde las primeras veces que la conocí, es un culo generoso, bien redondito y recogido en el que con un pantalón apretado, ves perfectamente la silueta de sus nalgas y su raja enmedio. Por motivos familiares, estuvo viviendo unos meses en mi casa y la verdad es que fué una grata compañía para mi y para mi mujer. Con mi mujer, tengo todo lo que necesito a nivel de pareja, incluyendo en plano sexual, es toda una diosa que me satisface casi a diario. Disfrutamos mucho del sexo. Una cosa que ella no sabe, pero que hago con frecuencia, es oler sus bragas, me encanta el olor que deja su sexo en esa prenda tan sutil, en más de una ocasión, he terminado haciéndome una paja cuando ella no ha estado en casa, ya que por suerte, si la tengo en casa puedo oler y saborear directamente su rosado coño. Uno de esos días en los que mi suegra vivía con nosotros, sentí curiosidad por oler también sus braguitas, las cuáles ya ha visto cuando hacíamos la colada. Cuál fue mi sorpresa, que al llevarmelas a mi cara, tenían un olor casi idéntico a las de mi ...
... mujer, sentí instantáneamente un escalofrío en mi abdomen que se desplazó hasta mis huevos. Cómo podían oler tan bien aquellas bragas. Desde entonces, se volvió algo rutinario el oler las bragas de mi suegra. Una tarde en la que mi mujer no estaba en casa y mi suegra estaba dormida en el sofá, cogí una de sus bragas usadas y mientras disfrutaba del olor, mi suegra entró en la habitación y me dejó de piedra al pillarme con sus bragas en mis manos y tan cerca de mi cara. No sé cómo llegó hasta allí sin sentirla, pero la verdad es que me sentí muy avergonzado y nervioso por la situación. Mi suegra, que en ese momento llevaba una fina bata de seda y poca ropa debajo, me miró a los ojos y con su amplia boca esbozó una sonrisa y me dijo: " sabía que cogías mis braguitas, eres poco cuidadoso, ¿tanto te gustan como huelen?". Yo me quedé de piedra, y todavía estupefacto le contesté : "no sé qué decir, pero la verdad, es que me tienen loco y no he podido evitarlo". En ese momento, mi suegra sin ninguna vacilación, se quitó la fina bata, se lenvató la camiseta de tirantes y se bajó unos pantalones cortos azules, quedándose sólo con unas braguitas negras. Yo me aceleré, y noté como mi rabo se ponía como una roca. Ella se acercó, y me dijo que le quitase las bragas, que sabía que lo estaba deseando, y me confesó, que en realidad ella también es lo que quería. Por un momento no supe qué hacer, aunque finalmente me dejé llevar. Estando yo sentado en la cama y ella de pie, le bajé las bragas, ...