Al día siguiente cuando desayunamos con Jenny, Guillermo y Roberto, ella me miraba con sus ojos pardos profundos, transmitiéndome el deseo de hacer el amor nuevamente conmigo.
Lo hicimos tres veces más, en momentos libres de mis días de estadía en esa casa.
Jenny me dijo ese día que era conveniente que no almorzara y solo bebiera algún yogur.
En la siesta tuvimos nuevamente sexo y luego ella se encargó de asearme y de hacerme unas enemas para limpiar completamente mis intestinos, porque así debía estar preparada.
Una intriga enorme se había apoderado de mí y un té de tilo calmó mis nervios en la espera de lo que vendría.
A las siete de la tarde Jenny me acompañó al set de filmación.
Todo estaba listo, los spot de iluminación, micrófonos, cámaras de video, habían más de siete personas en la sala.
En el set solo había una banqueta tapizada en cuero rojo de no más de un metro de largo y medio de ancho, bastante altito, donde me hicieron sentar.
Yo estaba con mi peluca rubia, maquillaje, un tatuaje provisorio en el cuello. Guillermo me permitió usar un pequeño antifaz rojo con piedritas brillantes, haciendo juego con una solera mini roja y sandalias del mismo color. En el enorme espejo lateral vi de nuevo esa mujer que no tenía nada que ver conmigo, solo que su cuerpo me era tan familiar como que era el mío propio.
La filmación comenzó con el ingreso en fila de los más de veinte tipos al set, que me rodearon cerrando un círculo a mi alrededor. Algunos ...
... con el torso desnudo mostrando sus hermosos tatuajes y otros con musculosas o remeras.
Primero se acercaron dos de ellos y se desprendieron el pantalón sacando a relucir dos hermosas vergas semidormidas, que me acercaron al rostro para que se las chupara. De inmediato comencé mi tarea acariciándolas y lamiéndolas viendo con satisfacción como aumentaban su tamaño.
Múltiples manos comenzaron a introducirse bajo mi solera apretándome los senos casi con brusquedad y metiéndose bajo mi tanga para manosearme la vagina y el ano.
Inmediatamente otras vergas comenzaron a ocupar el lugar de las dos primeras y yo las engullía hasta los testículos. Mi solera ya estaba hecha un rollito en mi cintura y mi tanga vaya a saber dónde. La primera embestida en mi vagina fue casi despiadada. La coroné con un suspiro que exhalé gozosamente desde el fondo de mi garganta.
Ya no me molestaban las manos toqueteando mi cuerpo, yo continuaba masturbando casi con violencia cada pene que pasaba por mi boca. El primero de mis no recuerdo cuantos orgasmos, fue urgente, casi desesperante.
Las pijas continuaban desfilando en mi boca y también se intercambiaban en mi vagina, manteniendo ese maravilloso cosquilleo en mi cuerpo.
Luego un morocho me hizo poner de pie y se recostó en la banqueta haciendo que lo montara apoyando mis puntas de pie en el piso. Los bombeos de este negrito fueron feroces, mientras yo espetaba un nuevo orgasmo. El botón de otra pija comenzó a presionar mi orificio anal ...