Rosa, una empleada ejemplar
Fecha: 26/07/2019,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: SexoSinTabues
Dentro de las múltiples actividades emprendidas en mi vida, cuatro años atrás a este relato, decidí abrir una casa de comidas en sociedad con un amigo. Por mi labor de docente y profesor particular, era contado el tiempo que disponía para dedicarlo al negocio, aunque iba cada tanto. Ahí me encontré con una petisa despampanante, ayudante de cocina, la cual tiró onda desde el comienzo, sin embargo estaba Rosa de gestos adustos y modales parcos, morena igual que yo, de conversación fácil. Yo la escuchaba, sin reparar en ella, sólo escuchar y nada más. Hasta que un día, algo sucedió que cambiaría mi manera de pensar y verla: como lo muy mujer que era. Llegué apurado al baño, sobre el horario de cierre del negocio, y pasando por el cuarto de cachivaches y usos múltiples, observé por la puerta que no se cerraba bien, a Rosa, de pasada, cambiándose, enfundada en una lencería negra xl tal vez, lo cual, a pesar de ser fugaz, movió algo en mí. Así las cosas, comencé a cortejarla, incluso yendo a veces a la noche y ofreciéndome a llevarla a su casa, en ocasiones acompañada de su hijo menor. De esa manera, fui ganando su confianza, hasta que la cité una siesta al horario del cierre, luego de que se retirara el personal, para hablar con ella personalmente. Allí me esperaba Rosa, que interrogó sobre el asunto en cuestión. -Rosa, usted me gusta. No le voy a dar vueltas, afirmé. Sorprendida, contestó: Pero. ¿vos de mi, estás loco? sonó a pregunta retórica. -La verdad que no le miento, ...
... la deseo desde que la vi el otro día cambiándose (amagó un manotazo). Tranquila, Rosa. Quiero hacer el amor con usted, me la quiero coger ya, dije categórico. Su semblante mutó a mezcla de morbo y confusión. Le insistí. La convencí. La metí en el cuarto de cachivaches. Le pedí desnudarse lentamente. Ella quedó de ropa interior, parada frente a mí, con su cuerpo menudo, moreno, con piernas y cola grande, buenas tetas para su edad. En realidad, aparentaba tener más años de los que tenía, producto de una vida de sacrificios y sufrimientos. Yo creo que no me llevaba más de diez años. Me quedé mirándola, disfrutando de su cuerpo exuberante. Sólo me bajé la bragueta del pantalón, manteniendo la camisa y corbata a pesar del calor. Introduje mi pene en su boca, con suaves vaivenes, hasta que la calentura me fue ganando por goleada, lo que generó que le cogiera la boca con fruición. Tras una mamada infernal, le pedí a Rosa que me montara, cosa que hizo de mil maravillas. Sus ojos cerrados, sus pechos bamboleándose encima mío, dentro de su corpiño negro a punto de estallar, me enloquecieron. Amasaba sus tetas, apretaba fuertemente sus nalgas, acariciaba su piel; su expresión de tranquilidad, denotaban un placer silencioso. Luego de bajarse, le pedí ponerse en cuatro, de modo de gozarla en esa posición que tanto me gusta. -¿Le han dicho que está buenísima? ¿Seguro que no se la coge su marido? Está tan mojada, que me parece que le gusta mi pija, le decía, sin que ella respondiera. Mis ...