Las desventuras de Elena (6)
Fecha: 08/06/2019,
Categorías:
Poesía Erótica,
Autor: señoreduardo, Fuente: CuentoRelatos
El lunes por la noche Julia devolvió a Agustina al Club, después de gozarla sexualmente hasta el hartazgo y haberla usado como sirvienta durante esos días en que la tuvo cautiva en su casa.
Una vez que la esclavita estuvo nuevamente en su celda Julia quiso ver a Elena y la guardiana la guió entonces al subsuelo. Mientras iban en camino el Ama preguntó:
-¿Cómo se está portando?
-Está bastante aplacada. Un par de veces tuve que cachetearla un poco, pero nada más.
Cuando bajaba la escalera precedida por la rubia, Julia dijo:
-Mmmhhh, ¡qué lugar tan lóbrego!
-Mete miedo, ¿eh?
-Ya lo creo, no quisiera estar encerrada aquí ni diez minutos.
-Si pensás usarla la llevamos arriba y le hago tomar un baño.
-No. Estuve cogiéndome a la nena hasta última momento y por ahora me siento saciada.
-Como quieras.
Cuando entraron en la celda Elena estaba echada en el piso de costado, tenía las piernas dobladas contra el pecho y las rodeaba con sus brazos. Afuera el tiempo estaba agradablemente templado, pero en ese agujero el clima era bastante fresco y Julia vio que temblaba un poco.
-Hola, Elenita. -dijo inclinándose hacia ella.
La prisionera levantó un poco la cabeza y le dirigió una mirada entre asustada y rencorosa, pero se mantuvo en silencio.
-¿No vas a saludar a tu Ama? –intervino Wanda.
Elena supo que sería castigada si no lo hacía y dijo de mala gana:
-Hola, Ju... Ama Julia...
-Muy bien, putona, veo que estás aprendiendo lo que te ...
... conviene. –dijo la guardiana mientras Julia sonreía satisfecha.
-Parate. –le ordenó a su esclava.
Elena obedeció. Se sentía muy vulnerable, totalmente indefensa ante esas dos mujeres que le habían demostrado más de una vez poseer una crueldad extrema. Agachó la cabeza, juntó las piernas y trató de cubrirse con la precaria ayuda de sus manos mientras Julia comenzaba a girar lentamente alrededor de ella y Wanda la envolvía en una mirada caliente.
-¡Las manos en la cabeza! –le ordenó la guardiana.
Al cabo de unos segundos de recorrerla visualmente, Julia dijo dirigiéndose a la carcelera:
-Es una hermosa escultura de carne, ¿no te parece?
-Sí. –coincidió Wanda. –Es una de las hembras más apetecibles que he visto en mi vida.
Julia puso el dedo índice bajo la barbilla de su esclava, le enderezó la cabeza y preguntó:
-¿Cómo te sentís en este agujero, Elena?
-Mal. –contestó la prisionera con un dejo de contenido rencor en la voz.
-Entiendo, no es precisamente un hotel cinco estrellas, pero algo habrás hecho para que la señorita Wanda te trajera aquí... ¿qué fue lo que hiciste?
-Me porté mal. –dijo Elena advirtiendo inmediatamente lo ridículo de su respuesta, como si fuera la de una alumna contestando un interrogatorio de la directora de la escuela. Tenía miedo y rabia a la vez.
-Ay, ay, ay, Elenita. –siguió Julia, que ahora sujetaba la barbilla de la esclava con los cinco dedos de su mano derecha. -¿Es que no aprendiste todavía cómo te conviene ...