1. Peludita y natural. Así me gusta que tenga la “cosita”, los cuernos saben mejor


    Fecha: 06/06/2019, Categorías: Gays Autor: Nazareno Cruz, Fuente: CuentoRelatos

    Esta historia lleva dos años de estacionamiento emocional, por consiguiente, las culpas han prescripto y las costas familiares saldadas.
    
    Como decía hace dos años Doris y quien relata, adornamos la testa de Gustavo, con un buen par de cuernos.
    
    Gustavo, cuñado en ese momento, compañero del fútbol sabatino, se ufana de tener una relación abierta con su mujer, me tenía harto de alabarse de lo bien que lo pasaban y sobre todo de tan buena que es en la cama y que tiene la “cosa” tan peluda.
    
    Tanto así que me daba por pensar que la estaba promocionando o era un ofrecimiento encubierto, pero nunca me animé a avanzar sobre esa temática, un tanto escabrosa como para hablarlo tan de frente.
    
    Un sábado, como tantos, pasé a buscarlo, Doris me hizo pasar, bata entreabierta, hasta bien arriba, exhibe generosa porción de ese cuerpazo tan esbelto y tan blanco. Tacones altos, algo poco usual para esas horas de la mañana de un sábado hacen más estilizadas sus bellas piernas, me conduce al living room meneando sus caderas. Tomé asiento mientras espero al amigo, se sienta sobre el brazo del sillón, frente de mí, para acomodarse uno de los zapatos, en la acción, accidentalmente, se le abrió más la bata y “la selva negra” púbica retuvo toda mi atención, ojos incrédulos escudriñan más allá de la imprudencia, absorto por esa intimidad que me tenía atrapado.
    
    —¿Un... café? —Sonrió, cerró la bata con osada y morosa lentitud, jugando al gato y el ratón.
    
    —Sí, sí... lo que digas.
    
    Café ...
    ... mediante, hablando cualquier cosa, ella que no era nada tonta, había notado cierta turbación en mi ánimo y alguna muestra inevitable en mí de ese momento de latencia masculina, sabía que estaba ansioso esperando ver otro poco, deseando que el marido demorara una eternidad en volver, sus gestos decían tanto de una mujer que sabe cómo manejar la seducción y jugar con la ansiedad del hombre.
    
    —¡Ah! ..., casi olvido, decirte que Gustavo, no está… Salió anoche, un viaje de apuro, falleció la tía, recién vuelve mañana por la noche.
    
    Recostada sobre el brazo del sillón, diría que una pose artísticamente estudiada para propiciar que la indiscreta abertura de la bata exponga la renegrida vellosidad enrulada, su nada inocente descuido permite mi deleite lascivo y perderme en arrobada admiración.
    
    —¿Qué pasa?
    
    —Nunca vi tanto... y… ¡tan negro!
    
    —¡Ah!... y… ¿Qué te parece? A Gustavo lo enloquece, ¿y a vos? —Desafió, un albur para elevar la apuesta, está mostrando sus cartas y espera...
    
    Acepté el reto, descubierto, no tuve más remedio que mostrar las cartas, los calores que me subían desde los genitales taparon la prudencia, la excitación soltó el freno y aceleró la acción. De súbito, de pie, entre sus piernas tomé la cara entre mis manos y la besé. Nos besamos de lengua. El calor húmedo de su boca me subió en la espiral de la excitación, deshice el lazo de la bata, despojé de la cáscara de raso, blanca piel se deja a la caricia y al beso ardiente.
    
    La erección oprimida en el ...
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