Masajista Maduro
Fecha: 20/12/2018,
Categorías:
Gays
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... vuelta a la cintura.
Yo seguía pendiente de mi mano, sus manos se separaran un instante para doblar la toalla y dejar la parte superior de mis nalgas descubiertas.
Ahora si que sus manos abiertas de par en par recorrían sin tapujos mi trasero, mientras volvió a desplazarse para llegar mejor con sus manos a mi trasero y volví a sentir el calor de su entrepierna, pero esta vez hubo algo más. De sus genitales, algo duro se poso sobre mi mano, ardía y por poca imaginación que le pusiera, era el miembro en plena erección del masajista.
No sabía como reaccionar, su miembro se rozaba con mi mano y era imposible que el no se diera cuenta de la situación. Quise levantar la cabeza y mirar si realmente era lo que me imaginaba o por lo contrario era fruto de mi imaginación, pero no me atreví. Era demasiado evidente, el hombre disfrutaba con el masaje.
Nota su miembro con mucha nitidez, era de bastante envergadura y notaba que esta dura como una barra de hierro. Me acordaba que al verlo por primera vez me fije que parecía que no llevaba ropa interior, llevaba un pijama blanco, típico de hospital. Me acuerdo que observe con bastante nitidez el bulto de su entrepierna, pero no quise ser indiscreto y no me fije más.
Era un hombre de unos 48años, pelo media melena canosa pero bien cuidada. Alto, cuerpo atlético y agraciado físicamente. Dudo que tuviera problemas para encontrar pareja fuera cual fuera su preferencia.
Opte por no ser brusco y mantuve la mano tal y como ...
... estaba, la sensación era algo difícil de explicar, sabía que el masajista esta excitado tocándome y a raíz de pensar en la excitación de el, comencé a ponerme cachondo.
El contacto duro apenas unos minutos más, se desplazo al lateral y doblo la toalla. Mi nalga izquierda estaba descubierta y ahora algo que antes creía normal, ahora era un mundo de erotismo que me excitaba. Una mano en mi cadera y la otra en la nalga comenzaron a desplazarse por mi piel, sus dedos afilados rozaban el centro de mis nalgas mientras mi polla comenzaba a reaccionar. Suavemente sus manos abiertas se desplazaron hasta mi muslo y terminar en la rodilla. Una vez allí regresaban por el interior de mi muslo hasta llegar donde el músculo pierde el nombre. Se centraba con las dos manos en la parte inferior de mi nalga, bajaba unos centímetros al muslo y volvía a subir para repetir el ciclo.
El pulso era de infarto y mi polla empalmada me apretaba contra la camilla, necesitaba un agujero para ella, como la que tenía la cabeza.
Se desplazo al lado contrario y realizo el mismo ejercicio, aunque esta vez sus dedos rozaron más la zona prohibida. Estaba claro explotaría la situación en cualquier momento, no me atrevía a sacar la cabeza del agujero y ninguno de los dos era capaz de articular palabra.
Me excitación era enorme y sospechaba que el estaría peor que yo, pero dudaba. Y si lo estaba mal interpretando, no quise hacer nada y seguí aguantando.
Después de un buen rato se desplazo a mis pies, note ...