1. El castillo


    Fecha: 14/12/2018, Categorías: Lesbianas Autor: janpaul, Fuente: CuentoRelatos

    ... donde más fresco se estaba. Un rato quise salir para que me tomara el sol, pues quería regresar a mi ciudad y que notaran que había tomado sol y me encontraba algo más teñido que de costumbre.
    
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    Por fin llegó la hora de la “toma de la Bastilla”, es decir, la toma del castillo o el ingreso, o lo que quiera que se llame. Yo deseaba entrar por la puerta grande, entrada principal, por debajo de las almenas claramente visibles. Me parecía que entrar por otra puerta podría ser más moderno, pero menos interesante. Así que Gaspar me hizo bajar del coche en la puerta principal y se fue a dejar el coche en el garaje.
    
    De pronto y ante mi sorpresa, asomaron dos tíos vestidos de armadura en la parte de las almenas delanteras y me dijo uno de ellos:
    
    —”¿Quien va? Declarad vuestra procedencia y decid ¿por qué os atrevéis a presentaros bajo nuestras almenas?, claramente era la voz de Luis.
    
    —”No seáis bellaco ni atrevido, pues que la osadía muy cara os haré pagar y abrid la puerta de inmediato si no queréis encontraros en serios apuros”, respondí en tono bravucón.
    
    —”No lo tendremos cuenta mientras oséis mantener vuestro anonimato; decid, pues, quién os envía o si venís por vuestra cuenta”, respondió desde la armadura la misma voz de Luis.
    
    —”Yo soy don Jessius de Cataplines Inmejorables, honorable huésped del señor de aquesta torre, don Luis de Pullamagna y Miralondras, por ser invitado para una excepcional y sorprendente velada. ¡Abrid las puertas, pardiez, o vais a ...
    ... verlas moradas en consecuencia!”, respondí conteniendo la risa.
    
    —”Izad banderas, caballeros y bajad el puente, suenen los clarines y atabales al paso de don Jessius Cataplinensium Inmeliorabilium”, dijo la voz cóncava de Luis.
    
    De pronto un ruido de cadenas y bajaba la compuerta de la puerta. Me asusté porque se me venía lentamente encima de mí y tocó suelo. Entonces subí sobre las tablas y adelanté hacia las puertas que se estaban abriendo. Dos caballeros medievales con indumentaria metálica completa y yelmo con celada, empuñaban espada que continuamente blandían dando alaridos ininteligibles. Al llegar donde ellos no sabía qué hacer, porque abrazar aquellos metales me parecía que no era lo indicado. Entramos a una sala muy acristalada que tenía una habitación donde dejaron toda su indumentaria. Gaspar y Luis aparecieron de dentro de los metales en calzoncillos y totalmente sudorosos.
    
    —”Primero a la piscina”, dijo Luis.
    
    —”Vale”, contesté.
    
    Y ese “vale” lo dije muy en serio, porque calor hacía, ellos estaban chorreando sudores por doquier y yo tenía mil calores más. Había junto a la piscina unos aperitivos preparados en una mesa con tres sillas. En una de las sillas dejé mi gorra, mi tank top y mi short, me saqué mis sandalias y me eché a la piscina enseguida. El agua estaba limpia e inmejorable. Detrás vinieron Luis y Gaspar. Les vi con malas intenciones de hundirme y convertirme en un guiñapo para hacer de mí una muñeca a su placer y nadé para que no me dieran ...
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