En autobús
Fecha: 21/11/2018,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Cada día viajo desde mi domicilio hasta mi trabajo en Barcelona en autobús, son tres cuartos de hora de viaje. Aprovecho para leer y observar. A las siete de la mañana todos vamos un tanto aturdidos, las defensas están bajas.
Caras anónimas suben a lo largo de la seis o siete paradas: hombres, estudiantes, mujeres... suben y se van sentando. Algunos duermen, otros leen, otros escuchan la radio o música, otros miran, piensan...
Casi siempre somos los mismos y las mismas y, después de tantos años ya conocemos nuestros rostros. Al verlos me imagino a qué se dedican, si estarán casadas, como son, qué carácter tienen... y así discurre diariamente.
DIA PRIMERO
Hoy estoy inquieto, la cabeza anda calenturienta, miro diferente cada mujer que sube. La chicas jóvenes ya no me interesan, a mis 38 me gustan algo maduras, como si la juventud fuera inalcanzable.
Lo he pensado durante días: mi fantasía es seducir a alguna de estas mujeres que cada día viajan conmigo.
No sé decidirme por ninguna, tengo claro quién no, pero quién sí... hay varias candidatas. Siempre subo en la primera parada y, a partir de la 4ª parada el bus ya empieza a estar lleno y la gente se sienta donde queda sitio. Espero que alguna de mis candidatas se siente conmigo... hay suerte, es una de ellas. No ´se como se llama, ni a qué se dedica, no veo anillo. Debe tener unos cuarenta, no es demasiado guapa, pero tiene atractivo. Pechos pequeños, me gustan. Caderas algo anchas. Viste ropa de hilo: camisa ...
... blanca, falda negra larga. Lleva una chaqueta en los brazos, no hace frío todavía. Un pequeño bolso. Se ha sentado, está a mi derecha, su asiento da al pasillo.
Por su aspecto deduzco que es seria, da miedo cómo sigo. Ya la he visto muchas veces subir, sentarse... incluso más de una vez ya se ha sentado a mi lado, pero a partir de ahora tiene que ser diferente.
Su mirada es diferente a partir de hoy, me excita solo pensarlo. La miro de reojo, con disimulo, no sospecha nada, entre ella y yo hay la misma indiferencia de cada día.
Cuando nos sentamos en un autobús se evita el roce y el mínimo contacto. Hay poco espacio pero no hay roce, no interesa, da miedo? Vergüenza? No lo sé. Hoy quiero que haya roce, que nuestras piernas se toquen, que no se eviten.
Estoy leyendo (haciendo ver que leo) Mi pierna derecha está a pocos centímetros de la suya. Ella no hace nada: viaja y piensa, tal vez lo mismo que yo. Poco a poco aprovechando los cambios de página, los tosidos antinaturales, las acomodaciones... acerco mi pierna a la suya, se tocan, se separan, ella separa, yo sigo allí, fijo. Noto tensión, insisto, sigue la tensión, se palpa, no hay miradas, sólo intentos suyos como diciendo: qué pasa? Noto relajación, ha cedido? Las piernas se están tocando un a la otra, no hay miradas. Me excito, no sé cómo seguir. Estamos llegando, por hoy es suficiente. Los dos bajamos en la misma parada, no hay miradas. Caminamos, como cada día hacia nuestros destinos. Compartimos parte del ...