1. La Negra del Gimnasio


    Fecha: 19/12/2023, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... las tetas por los costados. Yo hundía el rabo entre aquellas hermosuras, y la perra gemía, contoneándose, moviéndose para que mi placer fuera enorme, como mi polla. Susurraba que le manchara la barbilla con mi lefa tibia, y entonces escapaba de la cárcel de sus pechos para encerrarme otra vez en sus labios de mamona. La tía protestaba pero enseguida se ponía al tema. Mis manos volaban a sus tetas y a su coño depilado, incluso al ojo de su culo, que me follaría algún día. La ponía a cuatro patas, con sus poderosas cachas rebotando una contra la otra después de palmearlas fuerte, hasta que se ponían cárdenas. Colocaba el nabo entre sus nalgas, apretándolas contra mi rabo, follándome la raja de su culo. Ella se acaba apoyando en los hombros, abriéndose las nalgas para que elija agujero. Sigue susurrando y gimiendo. Quiere que se la meta, por donde quiera, pero quiere mi polla enterrada dentro de sí. Su coño rezuma jugos, que resbalan por sus muslos. Sus ropas y las mías están hechas un hato, a un lado. rebusco hasta que encuentro su tanga, lo huelo y se lo meto en la boca. La negra acepta la mordaza, gimiendo con el ceño fruncido, como si estuviera enfadada. Mi polla no puede más. Apunto y la voy penetrando, con un mugido bajo. Me acoge, su chocho se adapta al contorno del rabo invasor. Jadeamos un instante quietos, concentrados en las sensaciones que nos transmiten lo sexos unidos. Y sin más, empiezo a bombear fuerte, rápido y profundo. Sorprendida, la negra suelta un grito y ...
    ... se le cae el tanga de la boca. Me da igual. Solo soy mi polla, y estoy concentrado en entrar y salir del coño de la diosa. Intuyo sus tetas botando al ritmo de mis embestidas, y me parece que escucho aplausos por el polvo que estamos echando, que resulta ser el sonido de sus nalgas contra mi vientre. Hundo un dedo en su culo, porque sus rodillas separadas abren su raja y me enseñan el asterisco, negro, más oscuro que la piel que lo rodea. La negra grita, sorprendida y violada, pero no hace más que acostumbrarse a ese dedo. Una de sus manos me agarra de los cojones, exprimiéndolos. Sé que me voy a correr otra vez en breves instante, y degusto el pensamiento de derramarme dentro de ese coño genial. Casi antes de acabar de pensarlo, siento un cosquilleo que parece nacer de la mano que me aprieta los huevos, se expande raudo por mis piernas y mi bajo vientre y sale despedido en forma de chorros de lefa que golpean, una y otra vez, en las paredes del chochito negro y depilado. La hembra lo nota, y suelta un “¡Oh!” de sorpresa al tiempo que gira la cabeza y me mira por encima del hombro. Parece enfadada, o más bien contrariada. Imagino que no le importa que me corra en cualquier lugar de su cuerpo, siempre que sea fuera de su templo. Tendrá miedo al embarazo, pero me da lo mismo. Empujo fuerte un par de veces, logrando que la negra cierre los ojos con fuerza y se muerda los labios. Cuando la última gota de mi semen sale del tercer ojo, me derrumbo sobre su espalda. Tirados en el ...