¿Hay alguien ahí?
Fecha: 29/10/2023,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: Spintria, Fuente: CuentoRelatos
... pasos, y en dirección opuesta, se encuentra la puerta principal. Si ve algo extraño salir de ese armario, lo tiene fácil para huir.
Pero no se escucha nada. Solo silencio.
Alarga la mano y sujeta lo primero que alcanza, justo a la entrada de la cocina. Un enorme cucharón sopero. Y camina. Camina despacio. Descalza y en silencio, hasta quedar justo en frente del armario. Se dispone a abrir la puerta y, al mismo tiempo, levanta el cucharón sopero con intenciones obvias...
¡Abre de un tirón y golpea! ¡Golpea repetidas veces! Pero solo hay abrigos… y una ridícula situación.
Joder… Exhala, aliviada.
Cierra el armario. Pero algo es distinto. El ambiente ha cambiado y percibe algo, aunque no sabe explicárselo. Es como si el aire que la rodea en ese espacio se hubiera movido, para hacer hueco a otra forma. A otro ser.
Y se da la vuelta…
Un hombre alto. Corpulento. Vestido completamente de negro. Con botas militares y guantes oscuros. Y un pasamontañas, que solo deja ver sus ojos y su boca, cubre su rostro dándole un aspecto terrorífico.
Comienza a caminar hacia ella, recorriendo lo largo del pasillo, a paso firme, seguro, retumbando a cada paso que da. Bum, bum, bum, bum.
̶ ¡Aaaah! ̶ grita ella con fuerza, y cuando el hombre se dispone a sujetarla, ¡zas! Golpea con fuerza su cabeza con el cucharón sopero.
Ella lo rodea e intenta escapar hacia la puerta principal, pero el hombre encapuchado logra sujetarla. Primero de un brazo, y después del otro, ...
... quedando bien sujeta. Se encuentra atrapada.
̶ ¡Socor... ̶ intenta gritar, pero rápidamente, consigue tapar su boca colocando su mano enguantada sobre esta.
La levanta, apoyando su espalda en su varonil pecho. Ella, prisionera, apenas puede hacer nada, más que dar patadas al aire y forcejear inútilmente. El olor a cuero de su guante. El miedo. No puede hacer absolutamente nada. Está indefensa.
El hombre, con su aspecto de villano, saca de su bolsillo lo que parece un trapo. Lo introduce, no sin esfuerzo, en la boca de ella, amortiguando sus gritos y dejando en vano los intentos de la joven presa por pedir ayuda. Después, saca un rollo de cinta americana, rodeando su cabeza y boca, consiguiendo silenciarla casi por completo.
La lleva hasta el salón y la lanza sobre la alfombra de pelo que recubre el suelo. Ella, boca abajo, intenta que no logre encintar sus muñecas. Pero es inútil. Él es más fuerte. Mucho más fuerte. Y, finalmente, acaba por rendirse debido al cansancio del esfuerzo realizado. Solo le queda esperar a que todo pase. Rezar, para que sea rápido.
Escucha el sonido de un cinturón al desabrocharse. El de un pantalón al bajarse. Pero no logra ver nada en esa posición, y le falta el aliento para seguir gritando. Siente la mano del intruso. Siente sus dedos. Ya no lleva guantes. Logra verlos en el suelo, a pocos centímetros sobre su cabeza. Y comienza a tocarla. Sus piernas… Sus muslos… Ella atrapa su mano con el interior de estos. Aun así, no es suficiente ...