Mi perra en el súper...
Fecha: 23/07/2017,
Categorías:
Sexo en Grupo
Autor: caroltruco, Fuente: RelatosEróticos
Cuando entramos en el súper mi perra y yo, lo primero que vi fue como la boca del seguridad se abría para no cerrarse más. Bajé la vista por la camisa marrón hasta el pantalón y comprobé cómo le debía estar apretando desde este mismo instante.
Primera víctima.
No nos dijo nada. No podía. Sólo miraba a mi perra. Se ve que estaba en celo. Como ella. Bueno, ella siempre lo está.
La llevaba bien sujeta con su correa favorita: de cuero negro con tachuelas y cadena plateada de eslabones pequeñitos... el ruido que hacen cuando se mueven pone mi polla como un resorte.
Iba a cuatro patas, meneándose a cámara lenta, lentísima, como si quisiera ralentizar todo el placer provocado a su paso. Con la cabeza alta como si la coleta apretada de rizos castaños le tirara desde arriba. La mirada tan desafiante como su culo. Se paró en seco y giró la cabeza. Me miró. Al volverse el pelo le había dado en la cara y como un látigo volvía a su sito. Impresionante mi perra. Me miró, le señalé en un gesto seco el camino y obedeciéndome continuó el paseo.
Dominar esas nalgas que bailaban delante de mi y de todo el que quisiera mirar... uf, por un momento pensé que era suficiente para correrme...pero no, el espectáculo aún no había comenzado.
Las botas negras infinitas de charol y tacón fino que le llegaban a los muslos y se deslizaban por el suelo cuando arrastraba las rodillas, reflejaban todos los fluorescentes. Sonaba como una serpiente.
Tiré de la correa hacia la derecha y ...
... giró. Entrábamos en el pasillo de los yogures.
Había una empleada reponiendo magdalenas, enfrente, agachada. Nos vio e inmediatamente hizo como que no nos veía. Pero la muy zorra miraba a mi perra que iba muy orgullosa con su corpiño negro abotonado por delante y ajustado con un cordoncito por detrás. El zig-zag que le hacía en la espalda me la terminaba de poner tiesa. A mi y al otro empleado que reponía, éste con un palé de panes de molde al lado.
El seguridad le seguía el rastro de hembra en celo. Llevaba el coño al aire y todo el pasillo olía a ella. A mi perra. Yo empezaba a babear. Igual que el chico que estaba comprando y se esforzaba porque no se le cayeran al suelo los cuatro flanes que sujetaba como podía con la mano derecha.
Llegó el momento.
-Para, putita- le ordené-¡sube!
Y se alzó apoyando las manos en el borde de la nevera, subiendo el torso. Sacó la lengua, ya sabía.
Y pudo acabar conmigo cuando empezó a levantar despacio los párpados hasta que aparecieron esos ojos oscuros que me atravesaban gritándome lo perra y lo mía que era.
Cogí una botella de yogur líquido, la abrí y se la chorreé en la boca.
-Qué rico, perrita...Así, chupa, chúpalo todo...Chupa la botella, puta.
Y cómo lamía la botella. Sedienta. Muy, muy rápido. Casi tan rápido como se fueron acercando todos los de alrededor.
El seguridad ya se había bajado la cremallera del pantalón y estaba tocándose el muy cerdo.
Cómo los ponía mi perrita...
El fuerte olor de su ...