La chica botera que le gusta el bondage
Fecha: 09/02/2023,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: Albert-Botas, Fuente: CuentoRelatos
Todo empieza en Barcelona, al ir a trabajar con mis 33 años y coincidir en el metro, en la línea verde casi cada día, con una chica morena, de unos 25 años, pelo largo, blusa blanca, con chaqueta de cuero negra, minifalda de cuero negra y sobretodo con sus botas planas negras de cuero, que le llegan justo por debajo de sus rodillas. Al ir coincidiendo muchos días, al final se van cruzando las miradas.
Cual es la sorpresa que un día al fijarme en su cara, veo que le sobresale por debajo de la mascarilla en su lado derecho un trocito, casi insignificante de cinta adhesiva gris. Me voy fijando en otros días y sólo se lo detecto en algunos, no siempre. Es un hecho que me extraña, entre mí pienso, “Hay días que debe de ir amordazada?, ocultando su mordaza con la mascarilla? Vaya morbo. Si es así, si se encuentra a alguien conocido, cómo saluda, si lleva la boca amordazada?, Si va a trabajar, al llegar, cómo saluda?, va directa al servicio y se quita la cinta adhesiva?, sin saludar a la entrada?, o con un sonido ahogado por la mordaza, saluda?” En definitiva, se me ocurren infinidad de preguntas sin respuestas…
Van pasando los días y el tema sigue igual, ella vestida de cuero, con sus botas planas y con nuestras miradas que se cruzan, sobre todo cuando nos sentamos cara a cara y ella con sus piernas cruzadas, destacadas por sus botas.
Un día al llegar a casa, empiezo a pensar “en que tendría que decirle algo, pero cómo? Si va amordazada no puede hablarme” Finalmente, se ...
... me ocurre escribirle en una hoja y entregársela. “Pero qué le escribo, qué le pongo?”
Decido escribirle unas pocas líneas: “Hola, me llamo Óscar, coincidimos muchos días, noto una atracción hacía ti, por tu forma de vestir y tus botas, también por tus miradas. Si lo deseas, podemos quedar para cenar éste sábado a las nueve en la entrada de El Corte Inglés de Catalunya. Ya me confirmarás”
Le entregó la hoja un jueves. Al verla le digo, “Hola, toma" y me alejo un poco de ella. Enseguida despliega la hoja y la empieza a leer. Cuando acaba me mira, me dice que sí con la cabeza, también el dedo pulgar de su mano derecha arriba y guiñándome el ojo.
Pienso, “perfecto”.
Llega el sábado. Llego en metro media hora antes. Todavía no está. A menos veinte la veo aparecer, con su melena al viento, su blusa blanca, con su chaqueta de cuero, su minifalda de cuero y sus preciosas botas planas negras de cuero. Y con una diferencia a los otros días cuando coincidimos, en vez de llevar mascarilla quirúrgica, va con una de piel negra. Cuando llega, nos miramos y nos damos un abrazo. Ella se presenta, “hola, me llamo Cristina". Encantado le digo.
“Vamos a cenar por aquí el Paseo de Gracia”, le comento. Me dice, “vale”.
Nos sentamos en una terraza, estamos en el mes de marzo y hace buena temperatura, se está bien. Viene el camarero, ella pide una cerveza, yo también. Mientras decidimos que comemos.
Pedimos lo mismo, una ensalada de primero y de segundo un bistec. Mientras traen ...