Fecha: 12/10/2022,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: Nazareno Cruz, Fuente: CuentoRelatos
Este es un relato auténtico, sucedido durante unas vacaciones familiares en Playa del Carmen, lugar paradisíaco en el mar Caribe, mi primera mujer de verdad, fue como estar un día en el paraíso, pero su recuerdo perdura por siempre.
Ella era una mujer de unos 28/30 gloriosos años, trigueña, bonita sonrisa y cuerpo exuberante, enormes tetas, caderas deseables, rellenita pero sin excesos. Ella me regaló un gran momento de sexo, entregó algo más que su ternura.
Sucedió una tarde de ese caluroso verano que se me ocurrió salir solo a caminar por la playa, ir un poco más lejos de la muchedumbre, senté mirando el azul profundo del mar caribe. Me ubiqué cerca de dos mujeres que estaban tendidas al sol, para mantener ese bonito tono bronceado caribe que tan bien lucía en la piel, ambas disfrutando del relax mientras se toman todo el sol. Entangadas, exultantes, destacándose entre los pocos asistentes a esta playa, platicaban despreocupadas del mundo, hasta que llegó un conocido de su amiga y se la llevó.
Quedó solita tomándose todo el sol para ella sola, de pronto sucedió algo fuera de programa, la mujer reparó que me tenía absorto mirándola asolearse, trataba de no ser tan evidente, de todos modos ella había registrado mi particular manera de mirarla, también ella espiándome.
Entendí que mirarla con tanto deseo había complacido su ego de sentirse deseada, tal vez eso motivó que decidiera jugar a excitarme. Se tendió boca abajo, ofreciéndome el mejor plano de sus ...
... generosas nalgas, el cola less las hacía aún más imponentes. De reojo seguía controlando como me las ingeniaba para devorarla con los ojos simulando que no miraba.
El juego del gato y el ratón, ella decidió jugar de ratón, dejarme el protagónico. Volvió a girarse, boca arriba, sin perderme detalle de cómo la devoraba con los ojos, elige el momento de incitar al gato, se sacó la parte superior de la escueta bikini, haciendo topless, invitación a revelar mis intenciones.
Con los senos a pleno, abrió la hielera, sacó dos botellas de refresco, me hace una clara señal de invitarme a compartirlo… Acepté, con la botella en la mano quedé pasmado, mi mundo se había detenido, las tetas en libertad habían encarcelado mi deseo, colmado el campo visual, embotado mis sentidos, no podía salir del asombro, descolocado, sin poder de reacción.
Ella disfruta el elogio de mi turbación, para bajarme de la nube, me preguntó cosas sin importancia como para romper la turbación, darme un relax a la notable calentura que se abulta entre mis piernas.
- ¿Quieres nadar un poco? - se me atoraron las palabras, asiento con un gesto.
Era visible que le atrae mi inexperta juventud, en ese momento era delgado, un poco desgarbado pero de facciones delicadas, la fascinación que debe ser notoria, tal vez seducida por la fascinación producida en un joven de 18 años desbordados por estar acompañando a esta voluptuosa exuberancia, que no hubiera imaginado ni en mis más tórridos instantes de ...