Fecha: 05/10/2022,
Categorías:
Sexo con Maduras
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
En casa siempre hemos pasado hambre, mi familia no ha sido de esas que ha tenido toda clase de oportunidades en la vida, más bien lo contrario. Mi padre ha sido el típico borracho que llegaba a casa y solo sabía pegarnos a mí y a mis hermanos o follarse a mi madre y había noches que hasta ocurrían las dos cosas.
Mi madre por otro lado siempre había cuidado de nosotros, pero la enfermedad degenerativa que le diagnosticaron cuando yo nací le impedía trabajar por lo que la mayor parte del tiempo se la pasaba en la cama. Desde bien pequeño me sentía culpable, me decía a mí mismo que yo era el causante de que mamá se encontrase siempre mal, así que siempre intentaba ayudar en todo lo que podía.
Desgraciadamente, la necesidad, la adolescencia y las malas compañías del barrio en el que vivíamos me convirtieron en lo que soy a día de hoy, un vulgar ladrón. Todo empezó cuando mi amigo Mariano me ofreció un robo en una casa. Sus palabras fueron;
-Tranquilo Samu, será un robo fácil, además, los dueños están de vacaciones por lo que no tendrás problema alguno.
Y así fue; la única dificultad que tuve aquella noche era al intentar sacar la televisión de plasma por la ventana. Los robos fueron en aumento, hasta tal punto de casi hacer una casa por día. Todo en casa iba a las mil maravillas, mamá se encontraba gracias a las nuevas medicinas que los doctores habían hecho para ella, mis hermanos tenían ropa nueva y limpia y mi padre cada vez aparecía menos por casa gracias al ...
... dinero que yo le mandaba a escondidas. Ahora era yo el hombre de la casa, pero eso también llevaba ciertos riesgos; un día podrían pillarme y llevarme a la cárcel por lo que tenía que dar el último golpe y retirarme por lo grande.
Cuando hable con Mariano me dijo que si lo que quería era cerrar el negocio debía apuntar alto y atracar un banco, sin embargo yo le respondí que eso llevaba demasiado estudio y años de preparación, y lo que yo quería era terminar lo antes posible. Fue en ese momento cuando rebuscando entre los archivos de las joyas de la ciudad, recordé que había un cuadro de Picatso en una casa de los barrios pijos.
Siempre que iba a robar a esas calles siempre salía con una sonrisa, se creen que por tener todo el dinero del mundo pueden comprarlo todo y al revés, es cuando más desprotegidos están. Todos aquellos imbéciles tenían la misma alarma de seguridad con la misma contraseña. Creo que es más fácil robarle el caramelo a un niño cabreado.
Revisé a fondo la casa en la que se encontraba el cuadro y para mi sorpresa estaba en manos de una anciana que vivía con su amado sobrino. La boca se me hacía agua por momentos; en plan se iba dibujando por segundos en mi mente, el único inconveniente iba a ser cómo sacaría el cuadro sin ser visto, no era el primer cuadro que robaba y todos daban problemas, daba igual lo grandes o pequeños que fuesen.
Me monté en el coche y puse rumbo hacia el objetivo. No tardé más de veinte minutos en llegar, eran las doce pasadas y ...