... distanciados, no me atrevía a preguntar.
Esa última semana, casi todas las tardes, había salido y se había demorado en llegar. Imaginé que, con el pretexto de visitar a sus amigas o a familiares, procuraba que no nos encontráramos muy seguido. No obstante, aquel sábado, me llamó a últimas horas de la tarde para decirme que estaba en el centro de la ciudad y que si nos podíamos encontrar. Dados los antecedentes, no puse reparos, anoté la dirección y dije que me tardaría un rato en llegar debido a la congestión de tráfico, la búsqueda de parqueadero par el vehículo y los inconvenientes que no dejan de faltar. Ella me dijo que no había problema, que me esperaba.
Conduje hasta el lugar, identifiqué el sitio, pues se trataba de un bar, y me dirigí a parquear el vehículo. Cuando entre al sitio, “Candilejas”, me encontré con una escalera que conducía a un segundo piso y supuse que ella estaría allá, pero, en el trayecto, pude ver que también había acomodación en el primer piso, al fondo, y pude distinguirla, sentada de espaldas a mí. De primera mano no pude ver con quien estaba, porque la visual no me lo permitía, así que seguí hacia el segundo piso para ver si había una mejor vista desde arriba.
En efecto, en el segundo piso se había adaptado un “mezzanine”, de manera que, estando arriba, se podía ver las mesas ubicadas en la planta baja. Subí hasta allí, entonces, sólo por la curiosidad de ver con quién estaba reunida mi mujer. Cuando tuve visual de su mesa, no me pareció ...
... raro ver que su compañía era su amante negro, Wilson, y supuse, de inmediato, que de nuevo le había dado la calentura y que, sin importar que estuviéramos enfadados, la situación ameritaba una tregua.
No obstante, me quedé un rato observándoles, y, lo que sí me pareció un tanto inusual, fue ver que estaban sentados lado a lado y no, como en otras ocasiones, frente a frente en un lugar como ese. ¡Claro! En las otras ocasiones yo hago parte de la reunión y ocupo el lugar que ahora estaba usufructuando nuestro común amigo. Pero, lo extraño, es que el hombre se comportaba muy especial con ella, le servía la bebida, le hacía gestos con su cara, le pasaba el brazo por detrás de la espalda y, a todas luces, se comportaban como una pareja de enamorados. Llegué a pensar que ella quería sacarse su rabia de algún modo y mostrarme que, sin importar lo que sucediera entre nosotros, ella seguía teniendo el control de la situación. ¡En fin!
Me acerqué a su mesa sigilosamente, sin que me notaran y me les presenté. Contrario a la reacción que esperaba, no pasó nada. Aquel siguió como si nada y ella, sin vergüenza alguna, pensé, permitía que él la mantuviera abrazada. Me saludó con un… ¡Hola! ¿Cómo te fue? ¿Había mucho tráfico? Si, contesté. Estaba un tanto complicado moverse, pero, bueno, ya estoy aquí. Y ¿a qué se debe la reunión? ¿Puede saberse? Pues que Wilson está de cumpleaños y quiso que lo acompañáramos un rato. Y ¿dónde está la torta para cantarle el feliz cumpleaños, entonces? ...