... oí gemir a Marcos y un sonido, como un gorgoteo. Dirigí la mirada al sillón y ahí estaban, Marcos sentado con las piernas abiertas y la polla fuera y, la chica de mis sueños de rodillas delante de él haciéndole una mamada con auténtica pasión. Le agarraba el tronco del rabo con una mano mientras que se metía la cabezota en la boca y succionaba con gusto. Movía la cabeza arriba y abajo tragándose aquel pollón casi tan grande como su cara. Mientras, con la mano libre, Carol se acariciaba los pezones, los dos estaban disfrutando de lo lindo.
—Así es zorrita, cómetela toda —le decía Marcos a mi amiga.
Carol respondía, aunque no se la entendía al tener la boca llena de polla su mirada lo decía todo: lo estaba gozando con aquel rabo en la boca. Empecé de nuevo a sentir celos, pero en seguida deje de pensar el ello al notar que el bulto que se estaba restregando contra mi trasero de repente estaba mucho más caliente sobre mis nalgas. Deje a Carol con su mamada y me di la vuelta para contemplar como Juan se había quitado los calzoncillos y tenía su polla al aire. Su pollón más bien. Aquel rabo era enorme, muchísimo más grande que el mío, con un troncó grueso y venoso y una cabezota en forma de seta que sobresalía sobre todo lo demás. No podía quitarle el ojo de encima a esa monstruosidad; y entonces escuche las palabras de Carol en mi cabeza: «si Juan la tiene la mitad de gorda que Marcos te lo vas a gozar como una perra. Si no sabes cómo comérsela fíjate en mí». Notaba ...
... mariposas en el estómago mientras me dejaba caer de rodillas delante de Juan. Al tenerla frente a mi cara resultaba aún más imponente, la cabeza era tan gorda que no sabía ni si me entraría a la boca. Mire hacia abajo, entre mis propias piernas, para ver mi pollita aun flácida del tamaño de un dedo meñique, sobresaliendo de forma ridícula entre mis muslos arrodillados. Levanté la mirada para fijarme en aquel pollón erecto que apuntaba al cielo frente a mí. Carol tenía razón: mi pollita no estaba para dar placer, pero yo sí que podía dar placer a aquel pollón.
Seguí el ejemplo de mi mejor amiga y agarré el tronco con la mano y avancé para darle un lametón a la cabeza. El sabor no me disgustó, era saladito. El suave gemido que soltó Juan me animó a seguir. Primero empecé dándole lametazos como si se tratara de una sabrosa piruleta. Juan me agarró del pelo con las manos y empezó a empujar mi cabeza suavemente sobre su polla, de tal forma que pronto la punta de su rabo atravesó mis labios y se alojó dentro de mi boca. Sentía la boca completamente llena con aquel glande ajeno, pero era una sensación agradable, empecé a mover la lengua para darle placer, mientras apretaba bien los labios alrededor de su tronco y me movía arriba y abajo sobre su polla. Intentaba que mis labios subieran y bajaran por el borde de su glande para darle el máximo de placer, los gemidos de Juan me indicaban que lo estaba logrando. Me sentía tan cachondo que empecé a frotarme los pezones como había visto hacer ...