Fecha: 09/09/2022,
Categorías:
Sexo Oral
Autor: siemprefuiyo, Fuente: CuentoRelatos
Contengo el fuerte impulso de echar la cabeza hacia atrás y apretar fuerte los ojos y, en su lugar, me obligo a mirar la escena con la escasa luz que entra por la ventana de mi cuarto. Se la ve preciosa así: Sus dos ubres bamboleándose al son del vaivén de su cabeza con sus manos sobre mi cintura a modo de ejes. Sus ojos se clavan en los míos con expresión decidida. Sé lo que está intentando hacer: que no rompa con ella. Lo que Susana no sabe todavía, es que mamarme la polla como una auténtica cerda no le va a funcionar (esta vez).
Mi decisión estaba ya tomada antes de bajarse del tren en la estación. De hecho, si acepté este trabajo en Málaga ha sido en gran medida porque era una manera de poner kilómetros de distancia entre esa relación tóxica y yo. Y sí, quizás sea un poco cobarde; pero es que realmente no me siento con las fuerzas necesarias para pasar por todo el drama que sé de sobra que supondría decírselo, de modo que pensé (equivocadamente) que lo más fácil para ambos sería optar por la clásica estrategia del fundido a negro.
Pero se ve que ella no estaba por la labor de permitirlo sin luchar. Supongo que pensaría que le sería difícil encontrar a otro tío que soportase sus putas neuras como yo lo había hecho durante algo más de un año. Y por ese motivo había insistido tanto en venir a visitarme, por más que yo intenté disuadirla una y otra vez a lo largo de la semana.
Para colmo, su empecinamiento me iba a obligar a perderme el plan de quedar con los ...
... compañeros del departamento a tomar unas cervezas, entre las cuales estaba una chica preciosa que me había entrado por el ojito y a la que pensaba tirar fichas aprovechando la reunión lúdica. Pero cuando Susana quiere algo no pregunta, simplemente informa: “Ya he comprado el billete y es que… tengo muchas ganas de verte, hace semanas que te fuiste y cada vez hablamos menos porque parece que nunca coincidimos, así que me escapo a verte y punto”.
Por lo menos me hará una mamada como la de la última vez, pensé mientras la esperaba en la estación con una mezcla de pereza y fastidio. Estaba convencido de que esto sucedería porque hará unos cinco meses tuvimos una bronca especialmente fuerte (de normal discutimos varias veces cada semana) y, si a día de hoy aún seguimos juntos, fue únicamente porque, cuando intuyó que la idea me rondaba por la cabeza (de tonta no tiene un pelo), decidió firmar un armisticio invitándome a su casa a cenar, emborrachándome con cerveza en la sobremesa, tumbándome después en su cama infantiloide plagada de peluches que siempre me dio un poco de mal rollo, sacándome los gayumbos al mismo tiempo que los pantalones y situándose a los pies de la cama para empezar a devorármela con un ansia inédita mientras me masturbaba sujetándola en diferentes posiciones con ambas manos.
De vez en cuando se la sacaba de la boca y la daba un par de grandes lametones desde los huevos hasta la punta y hasta se la restregó por la cara, embadurnándose de una mezcla de líquido ...