... se habría paso para encontrarse de nuevo, tanto que nuestras manos recorrían nuestros cuerpos acariciándolos, tanto que… nuestros vestidos se quedaron en la entrada de la habitación tirados en el suelo.
Al pie de la cama abrazadas y besándonos, nuestra piel tan solo cubierta por nuestros tangas abrazadas sintiendo sus pechos contra los míos, piel contra piel, mujer contra mujer, las dos de rodilla en la cama presentándonos y descubriendo nuestros cuerpos, explorando sus pechos con mis dedos, sus pezones, su cintura de avispa, su piel suave y cálida, Sofía hacía lo propio conmigo, pero atreviéndose a lamer mis pezones, a chupar mis pechos y yo a quitarle el tanga despacio dejando libre su sexo, su monte de venus con poco vello, depilado y perfilado solo el pequeño triángulo para no verse de más en la playa con el bikini, igual que el mío que empezaba a ser liberado también por ella.
Las dos nos tocamos a la vez mientras nos mirábamos, las dos gemimos a la vez mientras nos acariciábamos el clítoris circularmente con dos dedos, las dos sentimos la humedad de la otra al pasar nuestros dedos entre nuestros labios y las dos sentimos el placer de meternos dos dedos en nuestras vaginas mientras nos besábamos, nuestras manos sobre nuestros sexos, metiendo y sacando los dedos de nuestro interior, con nuestra respiración disparada con gemidos continuos despacio nos fuimos tumbando, aquella habitación iluminada solo por la luz que entraba del gran ventanal abierto al cielo de ...
... Madrid, a sus gentes que todavía paseaban y reían en la plaza de abajo, todos eran testigos de lo que estaba naciendo entre la dos, amistad, amor, sexo.
Nos tumbamos buscando nuestros sexos, mi cabeza sobre el suyo y la suya sobre el mío, las dos con las piernas abiertas, yo debajo y ella arriba, las dos lamiendo nuestros clítoris y penetrando con los dedos en nuestras vaginas, silencio, gemidos, ruidos de besos y succiones al meter sus labios en mi boca, mi clítoris en la suya, supongo que la situación, supongo que la compañía, pero no recuerdo que nadie me comiera el coño igual, con tanto tacto, con tanta suavidad, sus dedos suaves me penetraban y me hacían gemir, las dos nos regalamos un tiempo con pequeños gemidos y gritos, unos minutos siendo suya y ella mía, unas horas que disfrutamos la una de la otra.
Demasiado excitadas, demasiado mojadas, bebiendo nuestros flujos, las dos seguíamos amándonos, Sofía empezó a gatear hacia delante, apartando su vagina del alcance de mi boca hasta llegar a alcanzar mi vagina con la suya, se iba agachando, hasta que nuestros sexos se juntaron, movía sus caderas de forma circular y nuestros labios empezaron a tocarse al igual que nuestros clítoris, esa primera sensación fue única, maravillosa, despacio, suavemente nos rozábamos los clítoris, los gemidos aumentaron, una sensación de placer me empezó a recorrer el cuerpo, nuestras caderas bailaban uniendo nuestros sexos una y otra vez, ahora más rápido y más fuerte, los labios parecían ...