1. Un profesor, una alumna y un colegio católico – Parte 4


    Fecha: 20/05/2018, Categorías: Dominación / BDSM Autor: Xander_racer2014, Fuente: SexoSinTabues

    ... rodeó mi cuello con uno de sus brazos. El sándwich que había preparado lo comíamos los dos de mi mano, mordisco tras mordisco, sin ningún apuro y siempre fijando la mirada el uno en el otro. Cuando nuestras bocas se acercaban, alguna lamida le supe robar. Bebíamos el café de a un sorbo cada uno. Una indescriptible sonrisa de satisfacción se dibujó en su rostro. Quisiera haber filmado el momento para poder describir la mía. Aquella suave muñeca viviente parecía inyectarme vida con cada gesto, con cada caricia, con cada roce de su bellísimo cuerpo. Sus ojos parecían decirme millones de frases, hasta que no resistí más y le pregunté: - ¿Hay algo que quieras decirme o preguntarme? - Amo… quiero darle las gracias por todo lo que me está dando y por curiosidad preguntarle si este cambio del suelo a su regazo, es por algo que yo hice, Señor… - Todo lo que te doy es siempre por algo que hiciste. - ¿Y qué hice para merecer este premio? - Progresar, Cecilia… progresar. No imagino a ninguna otra chica de tu edad que se esfuerce tanto por ser mujer y que logre todo lo que tú estás logrando. Mi boca se fue sobre la de ella sin pedirle permiso a mi mente. Aquel beso fue lento, pausado, como derogando la ley del paso del tiempo. La lluvia seguía mojando todo allá afuera, pero en mi cuerpo, la única humedad que me rozaba era la que provenía de Cecilia. Mi miembro ya empezaba a entrar en el tema de conversación, cuando miré el reloj de la sala y vi que aún era muy temprano, de modo que ...
    ... preferí aguantar un poco más. Dejé todo sin lavar y la llevé de nuevo al dormitorio, pero en lugar de un nuevo coito, le di uno de sus trajes de danza árabe y le dije que la quería ver bailar para mí. Esos trajes de baile, más algunos juegos de lencería y algún que otro disfraz erótico, eran las únicas ropas que en ocasiones le permitía usar y siempre teniendo en cuenta que no pasaría mucho antes que se las quitara. Cecilia se vistió con su traje compuesto por piezas que ella misma podía ir desmontando. Estaba hecho de velos. Se veía como una hermosísima odalisca de alguna súper producción de Hollywood. Luego quitó el cd que aún sonaba y lo cambió por uno más apropiado para su danza. Nunca me gustó la música árabe. Me parece por demás monótona. Pero en este caso eso era lo de menos, porque la belleza y la sensualidad de aquella lujuriosa hembra captaban mi atención, haciendo que me olvidara del resto del mundo. El suave meneo de sus caderas… los impactantes quiebres de su hermosa cintura… el frenético temblequeo de sus pechos asomando por un sostén diminuto… y pensar que toda esa tremenda mujer era absolutamente mía. Creo que Cecilia no fue la única que cambió en esos tres meses. Si quiero ser sincero, debo confesar que yo tampoco era el mismo. Tal vez ocultaba muchas de estas cosas ante los ojos de los demás, por las razones que todos conocen, pero entenderán que esto no puede ser procesado con ninguna indiferencia. No debe existir un solo hombre en el mundo cuyas fibras íntimas ...
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