Celebraciones familiares 2: El cumpleaños
Fecha: 07/05/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: roberxl, Fuente: RelatosEróticos
Unos meses antes, había tenido lugar la boda deSebastián, el primo de mi mujer. A pesar del banquete algunos quedamos hambrientos (ver Celebraciones familiares 1: La Boda).
Hagamos un repaso de las personas que de una forma u otra intervinieron en aquellos emocionantes días de invierno.
Carla era una chica fisgona de 18 años aplicada en sus estudios. Corría el mes de noviembre y pronto sería su 19 cumpleaños. A pesar del frío, su padre,Rodrigo, se había empeñado en celebrarlo en una casa de campo que apenas utilizaban. Era una casa de labor que llevaba siglos en la familia pasando de generación en generación. Antaño, allí se trasladaba toda la familia cada temporada de siembra y cosecha, pero ahora su uso principal era el de hospedería para cazadores los días de montería. A causa del desuso la casa presentaba algunos desperfectos. Rodrigo era un ingeniero que nunca había empuñado un destornillador peroMaría Luisa, su esposa, sabía a quién debe pedir ayuda. Me llamoRoberto y soy el marido deTeresa, prima de Rodrigo y manitas oficial de la familia. Mi difunto padre siempre decía que hay que saber hacer de todo, y se esmeró en enseñarme lo básico para hacer arreglos de electricidad, fontanería, etc.
―Buenos tardes Rodrigo ¿Cómo vas? ―dije al pasar al salón donde Rodrigo leía entretenidamente el periódico enfrente del fuego.
―Aquí, descansando un poco. ―respondió.
A Rodrigo le gusta mucho descansar, claro está lejos de sus 4 hijos. Por lo que yo sé esa es su ...
... única afición. Por suerte para él siempre van acompañados de la nani. Espero de corazón que cuando muera Dios lo mande al cielo junto a todos los niños.
―Perdona, ¿tú sabes donde tengo que poner el enchufe? ―pregunté.
―¡Luisa! ―gritó sin cerrar el periódico― ¡Mira a ver qué quieres del muchacho!
Enseguida apareció por la puerta que daba a la terraza. Debía estar fuera con los críos. Rodrigo y María Luisa tenían cuatro hijos y los dos chicos eran aún pequeños. Vestía de manera formal, de acuerdo a su edad y condición de madre de familia numerosa, no como otras que siguen vistiendo igual que cuando tenían veinte años. Vamos que llevaba un jersey recio, falda de algodón oscura y medias de abrigo, la verdad es que en la calle hacía un frío acorde al mes de enero en el que estábamos. Menos mal que la abuela puso la calefacción antes de morir.
―¡Hola Roberto! No pensaba que vendrías tan pronto. ―me saludó María Luisa, con su sonrisa perfecta. La última vez que la vi llevaba aparato corrector en los dientes.
― “Al que madruga Dios le ayuda”. ¡Te han quitado el aparato! ¡Qué descanso te habrá quedado! ¿No?
―Sí, la verdad. Ya estaba hasta las narices ―dijo con gesto sincero.
―Estas muy guapa… Sin querer ser insolente delante de tu marido. ―pero Rodrigo ni se inmutó.
―Gracias por el piropo. Es un alago “viniendo de ti”… No te preocupes.―puntualizó con una franca sonrisa y gesto pícaro. Pero en lugar de tranquilizarme aquellas palabras de misterioso significado ...