Y me dominaste
Fecha: 06/05/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: PalabrasDeTe, Fuente: CuentoRelatos
El domingo que había sido siempre una pelea entre salir a pasear por una ciudad casi fantasma o quedarnos en casa intentando descansar frente a un interminable trabajo de la semana, me propuso una sorpresa. Mi ánimo agotado, de una semana cansona, se volvió inerte a su propuesta, y después de las indirectas sumamente directas, acepté la invitación. Con un misterio nada común en ella, tomamos las cosas y salimos. En la autopista le pregunté a dónde íbamos y lo único que conseguí fue que me obligara a recostarme en el asiento, echara todo el cuerpo para atrás, pero antes, debía sacar de la guantera una tela negra que me insistió debía amarrarme a los ojos.
Me reí, pregunté, se hizo un silencio de varias cuadras y al final accedí. No ver hizo el camino más largo. No decía nada y solo ponía música. Cada vez que hablaba, subía más el volumen. Sentí el carro bajar un poco la velocidad, agarrar una curva y pasar como si nada por dos policías acostados. Una verdadera experiencia para mis riñones. Un tropel, el carro se detuvo, arrancó, desaceleró, casi se detuvo, subió una rampa y al final se estacionó. Pregunte qué hacer y me dijo que esperara. Yo debía permanecer como estaba. Apagó el carro y se bajó. Abrió la maleta, la cerró, escuché sus pasos desaparecer un rato. Escuché el chillido de una puerta, se abrió otra vez el carro, Me tomó de la mano y me invitó a salir. Me indicó los escalones que venían y al final me sentó. —Tú me lo has pedido y yo al fin se cómo hacerlo. Lo dijo ...
... tan pegado de mi oído que me erizó toda la piel.
El asiento mullido de pronto pareció partirse en dos y mi cuerpo cayó hacia atrás. Me asusté y ella me invitó a confiar. Levantó mis manos y me quitó la franela. Al tener el torso desnudo metió mis muñecas en unas ranuras con un pasador. Me di cuenta el juego era la dominación. Ahora entendía que sucedía. Me desconcertó un poco cuando atiné a entender que mis manos estaban totalmente trabadas. No era uno de esos juegos donde uno mismo se puede soltar. Si hacia fuerza, me lastimaba. Casi arrancó el botón de mi jean y me lo quitó con demencia. Arrastró mi interior mientras sus uñas me rasguñaron las piernas. Enredó mi pie derecho con lo que se sentía como una cuerda. Lo tironeó para separarlo del otro y de pronto lo hizo con mi pie derecho. Los había amarrado a ambos, pero de una manera que si forzaba me hacía abrir más las piernas. —Tú me lo pediste montón de veces. Al principio no sabía qué hacer, pero ante tu insistencia, decidí complacerte, y ahora que lo hago, no se quien está más excitado de los dos. Así me dijo mientras me quitaba la tela de los ojos y yo descubría el techo lleno de espejos.
Una luz roja parecía venir del suelo. Una habitación grande con una cama redonda y una sábana brillante roja oscura. Había un artilugio como un potro. Un tubo nía al techo con el piso y una pared tenía cadenas. Ella fue lo último que percibí cuando salió por detrás de mi cabeza para ponerse a un lado. Un corsé negro muy ajustado ...