La tentadora oferta
Fecha: 21/04/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Thomas, Fuente: CuentoRelatos
... soltero, de quien fue novia en su adolescencia. Eso había ocurrido 4 años atrás, y si bien nunca lo olvidaría, no significó ningún problema para su matrimonio. Eduardo nunca lo supo y confiaba en que Pedro Juan le aseguró que nunca alguien más lo sabría.
Pedro Juan, ya casado, se le vino a la mente y mientras recordaba aquellos calientes momentos que terminaron en una loca noche de sexo desenfrenado, se llevó la mano a la vulva y empezó a frotar sus húmedos labios, viendo a Ramón como trabajaba.
Las cortinas estaban abiertas. Ana, parada en la ventana, empezó a sentir la urgente necesidad de sexo. Desbotonó su blusa y se quitó el sostén. Si no había reflejo en el cristal, el albañil pudiera haberla visto.
El brutal calor de aquella tarde le antojó a Ana un buen baño para refrescarse y masturbarse pensando en su única opción: su compadre Ramón, así; sucio, sudado y andrajoso.
Ramón se dirigió a la casa a rellenar su galón de agua. Al pasar por la ventana, para su enorme sorpresa, pudo ver a Ana, completamente desnuda, cuando entraba al baño. Ramón se volteó de inmediato en caso de que ella se diera cuenta, llevando en su cara la expresión de no haber visto nada.
Atónito, Ramón no supo si correr al cuarto a masturbarse o meterse a la recámara a esperar a que Ana saliera de la regadera y culearla ahí mismo. Tenía que pensar en algo. Sentía una desbordante calentura por su patrona.
Era costumbre de Ramón bañarse antes de salir a su casa, a eso de las 5 de la ...
... tarde. Lo hacía en el baño del cuarto de servicio, fuera de la casa. Pensó y pensó. Creyó tener la coartada perfecta.
Ana salió del baño, envuelta en una toalla blanca, de medio muslo hasta cubrir sus senos, asegurada solo con el repliegue de la misma toalla. Se sentó frente al espejo, empezó a cepillarse su rubia cabellera. Puso a un lado el cepillo, y procedió a pintarse los labios.
La puerta de la recámara estaba entreabierta, lo suficiente como para ver cuando ella saliera del baño, mientras el caliente albañil espiaba sigilosamente.
El corazón de Ramón latía aceleradamente cuando tocó con sus nudillos, débilmente, la puerta, empujándola aún más hacia adentro.
Ella volteó.
- Anita, comadre, seño…-, dijo Ramón.
-¡Ramón!- dijo ella, sobresaltada. Ajustó la toalla sobre sus senos y la jaló un poco sobre sus muslos.
-¿Qué pasa?... ¡entra, entra! -, le dijo. De cualquier manera, ya la había visto. El albañil portaba solo sus viejos pantaloncitos, sin camisola.
- Lo que pasa-, dijo él, -es que tuve que cortar el agua del cuarto para resanar la pared y no terminé. Quería ver si no tienes inconveniente en que me bañe aquí en la casa -, preguntó.
Ana se quedó un momento callada. Pensó en los baños de la casa y valoró la condición de Ramón: sudado y extremadamente sucio. El baño de los niños ni pensarlo.
Por el polvo y suciedad prevalente en la casa, Ana dejaba a los niños en casa de sus padres quienes gustosos disfrutaban a sus primeros nietos. Los ...