... deslizó mis calzas hasta mis tobillos. La vista de mi tanga negra de seda lo hizo silbar de excitación. La deslizó hacia un costado y entonces sentí que se arrodillaba detrás mío. Enseguida su lengua comenzó a acariciar mi clítoris y a penetrar suavemente entre mis labios vaginales, ahora totalmente humedecidos por la calentura.“Estás muy caliente, Anita, pero yo tengo la solución para ello” Me dijo suavemente, mientras sentía que se incorporaba y se bajaba los pantalones.Casi sin darme tiempo a nada, su poderosa verga entró entre mis labios vaginales y en un solo empujón llegó hasta el fondo de mi húmeda concha.Dejé escapar un largo suspiro y él gimió también, diciéndome al oído:“Ahhh, pedazo de puta… sabía que iba a gustarte mi verga en tu concha.”“No me diste opción, hijo de puta, me estás cogiendo sin preguntarme”“Te encanta mi pija, como le encanta a todas las putitas” Dijo riendo.“No…no.., no soy una puta”. Le respondí apretando los dientes con bronca.Pero Raúl ya no dijo nada más. Tomó mis cabellos con una de sus manos y eso me hizo llevar mi cabeza hacia atrás. Al mismo tiempo comenzó a bombearme con un ritmo brutal, provocándome más dolor que placer.“Despacio, bruto, me estás lastimando” Dije sollozando entre gemidos.“Así te gusta, puta, te voy a dejar esa conchita al rojo vivo” Susurró.Me callé, porque en el fondo sabía que Raúl tenía razón, ya no podía resistirme a nada de lo que él quisiera hacer conmigo. Su verga entrando y saliendo de mi cuerpo me volvía loca, ...
... quería más y más, mucho más…Tuve un primer orgasmo que me dejó temblando contra esa pija maravillosa. Raúl lo notó y sonrió. De repente se salió de mi concha y se sentó en una silla ordenándome:“Ahora vas a cabalgar como una buena yegua, te vas a sentar aquí” Dijo, señalándome su enorme verga que apuntaba al cielorraso.Me quité las calzas que todavía estaban en mis tobillos, me corrí la tanga a un costado y me monté desesperadamente sobre ese mástil tieso.La endurecida pija me empaló sin piedad, pero entonces comencé a hamacarme sobre su cuerpo, sintiendo como ese tremendo pedazo de carne se deslizaba en mi interior según mi propia voluntad.Comencé a gemir y suspirar más rápido, mezcla del dolor y el placer que me iban invadiendo.“Qué pasa, Anita, es demasiado grande mi pija para tu conchita?“Sí, turro, es grande…muy grande…y me duele mucho adentro” Le dije.“Te la saco y terminamos aquí?” Preguntó con una risa socarrona.“No te atrevas…me encanta, me vuelve loca que me cojas así” Le grité.El siguiente orgasmo fue lo más parecido a un estallido. Acabé temblando sin control, mientras sentía que Raúl también se descargaba dentro de mi vagina, llenándomela de semen hirviendo.Me desplomé sobre su hombro, mientras le pedía que siguiera cogiéndome y que me hiciera acabar otra vez como a una buena perra.De repente alguien tocó mi hombro, sacudiéndome levemente.Me desperté y vi que estaba con mi cabeza apoyada en la mesa de la cocina, con el pequeño televisor encendido y la película ...