Me inscribí en un curso acelerado sobre fiscalidad, dirigido a directivos de empresa y profesionales del ramo, su duración sería de una semana, impartido por las tardes. Estaríamos sobre unas 30 personas asistentes, algunas mujeres de las que sobresalían dos o tres como máximo, que mereciera la pena fijarse. Cuando esto ocurrió tenía 38 años y seguía divorciado y sin pareja, por lo que instintivamente solía fijarme en las damas.
El segundo día se sentó en la butaca de al lado una rubia, de cara más o menos atractiva, alta, delgada, buenas tetas, pero bastante desgarbada, con caderas altas y un culo no demasiado bien formado. No se parecía en nada a las protagonistas de los relatos, en los que todas las mujeres suelen ser espectaculares y hacen marear a los varones. Sin embargo, transmitía sensualidad y morbo, sin saber la causa. Comentamos algunas cuestiones y al terminar la reunión la invité a un café.
Nos presentamos y hablamos de nuestras profesiones y de cosas sin transcendencia. Se llamaba Aurelia, tenía 45 años y había enviudado hacía un tiempo. Tenía una hija de 20 que estudiaba en Inglaterra. Ella era titular de un despacho de consultoría y era una profesional de prestigio, además su marido le había dejado en buena posición económica. Hubo empatía desde el primer momento, todos los días nos sentábamos juntos y al terminar tomábamos una cerveza antes de despedirnos. El viernes, último día del curso, fuimos como de costumbre a tomar algo, después sugerí tomar una ...
... copa, puesto que al día siguiente no íbamos a trabajar. Las copas se alargaron, la compañía era agradable, ambos estábamos a gusto y surgió lo inevitable, acabamos enrollados, le metí mano, se puso cerda y me invitó a su casa a follar.
Entramos en casa calientes, nos desnudamos apresurados y follamos como salvajes. La tía era insaciable y tuve que esforzarme en darle todo lo que pedía, follándola por todos sus agujeros, le gustaban todo tipo de desviaciones, era una verdadera guarra. Al día siguiente, después del polvo mañanero, me pidió me quedara el fin de semana. Fui a recoger el cepillo de dientes y algo de ropa. La madura deseaba sexo sin descanso, su coño enganchaba demasiado, así que el fin de semana seguí tirándomela, ella debió pensar había encontrado el macho perfecto y acepté quedarme en su casa.
Le acompañé en el primer viaje que hizo a Londres a ver a su hija. La nena vivía en una residencia de estudiantes y había empezado no sé qué carrera. Era una preciosidad, rubita, guapa, unas tetitas que inspiraban deseos irrefrenables, supuse que su coñito estaría en consonancia con el resto. Me presentó su madre como su pareja y ella me dio un beso en la comisura de los labios, desde ese momento tuve la impresión de que la nena era tan buena zorrita como la madre.
Transcurrían los días y Aurelia me tenía agotado. Era una hembra insaciable pero pronto sospeché y llegué a comprobar, se la tiraban más tíos. Al menos dos gerentes maduros de sendas empresas, clientes ...