Vivo en Buenos Aires, un poco alejado del centro de la ciudad donde diariamente debo ir a trabajar. Como muchas otras mañanas tome el subte (lo llaman metro en muchos países) y lo hice en la primera estación del recorrido. Aunque había asientos disponibles me quedé de pie. Al pasar dos o tres estaciones fue subiendo más gente. Yo estaba distraído y no me di cuenta de que cada vez entraba más gente y se llenaba más. Estaba cerca de una de las puertas y fue entonces que sentí un roce entre mis nalgas y una extraña sensación me invadió. No quise moverme porque me gustaba lo que sentía. Desde el vidrio de la puerta que actuaba como espejo, pude ver detrás mío un hombre de ojos semi rasgados y morocho bastante más joven que yo de aproximadamente 35 años, con una altura considerable superior a 1,80mts. Mientras el subte seguía cada vez que las puertas se cerraban no podía dejar de mirarlo a través del vidrio, hasta que muestras miradas se encontraron, una levísima sonrisa se expresó en sus labios y al hacerlo la presión sobre mis glúteos se hizo más intensa. Hasta ese momento pensaba que la presión provenía de su mano, pero mi sorpresa fue enorme, al ver que se tomaba del pasamano con ambas. Entonces no me quedó ninguna duda. Lo que sentía era un enorme, rígido y caliente pene. El corazón me latía cada vez con más fuerza a la vez que sentía una excitación como nunca me había ocurrido antes. También sentía que cada vez respiraba más fuerte y me daba miedo que los otros pasajeros se ...
... dieran cuenta. Pasé de largo la estación en la que debía descender, pero ni se me ocurrió moverme: Al ir bajando la gente la presión fue disminuyendo, porque quedaba un poco más de lugar pero pese a ello el apoyo siguió pero esta vez con roces y movimientos que lo hacían más satisfactorio todavía.
Llegamos así al fin del recorrido. Salí del subte y comencé a caminar por los corredores sin prisa y sin saber adónde ir. No me animaba a mirar hacia atrás pero sentía que él me seguía. Ya en la calle me detuve ante un negocio y entonces él se puso a mi lado. ¡Hola! me dijo. ¡Hola soy Alfredo le respondí! Soy Pedro, se presentó. ¿Vamos a tomar algo?, lo invite. Vamos fue su respuesta. En un bar cercano compartimos una cerveza, y comenzamos a hablar de diferentes cosas como si de viejos amigos se tratara. Finalmente él tomó la iniciativa con la clásica pregunta: ¿Tenés lugar? a lo que respondí negativamente e inmediatamente me respondió que sabía de un hotel a pocos metros.
Yo no podía creer lo que estaba sucediendo. Me puedo clasificar en la arbitraria jerga como un bi, pero no totalmente asumido. Bastante mayor que Pedro mi experiencia en esas lides era bastante poca. Una mezcla de miedos, ansiedades, angustias me invadían pero eso no me impedía tener una erección de una intensidad que no era habitual en mí.
No sin vergüenza entramos en el hotel, y mi compañero fue quien en todo momento se hizo cargo de la situación. Tomó las llaves y el número de la pieza que nos habían ...