El nuevo entrenador
Fecha: 16/06/2017,
Categorías:
Incesto
Autor: thescreamline, Fuente: CuentoRelatos
... más sufriente que divertida.
- Sé que quiero esto - afirmó. - Hace mucho que tengo la idea pero no me animé... Bueno, ahora me animé, pero tú no me la estás haciendo fácil. Sólo quiero...
Puse mis manos en sus pectorales y cayó. Su rostro ahora mostró una expresión como si hubiera recibido una descarga eléctrica. Mientras que yo sentí como sus manos me aferraron con más fuerza.
- No soy... - quiso decir.
- Lo sé - respondí. - No lo eres.
- Pero...
- Que quieras esto no significa que lo seas - afirmé.
Uno de los grandes mitos socialmente impuestos es que si un hombre tuviera sexo con otro, automáticamente se volvería gay. Premisa que es tan absurda como el creer que todos esos hombres gay que tuvieron sexo con una mujer son heterosexuales.
Bruno asintió con mi explicación.
Sin ser militante, siempre que puedo doy a conocer esta realidad. Primero porque soy consciente que hay que educar a la sociedad con respecto a los mandatos impuestos y, por otro lado, siempre ayuda a que algún hetero-curioso quiera experimentar, como bien parecía ser el caso en la ducha.
Descendí mis manos por su abdomen con suavidad, cayendo junto con las gotas de agua caliente.
Bruno lanzó un suspiro, como si le hubiera lanzado un cortocircuito.
- ¿Quieres? - volví a preguntar, cuando estaba a punto de terminar su abdomen.
Asintió.
Mis manos tomaron su miembro erecto con suavidad y sonreí al verlo estremecerse. Ese hombre rudo, casi autista, estaba en mi ...
... poder.
Sin que yo lo pudiera prever, porque en realidad no me lo esperaba, Bruno se acercó hacia mi boca y me dio un beso que devolví. Al principio fue brusco y torpe, como un niño que recién está aprendiendo a dar un beso.
Decidí volver más activa mi intervención y comencé a usar con sutileza la lengua. Ese acto le permitió soltarse un poco más y la torpeza inocente dio paso a la pasión (igual de torpe, pero pasión al fin) y las ganas que vaya a saber desde hace cuánto tenía reprimida.
Besaba bien o, al menos, se dejaba guiar. Y hubiera seguido por un tiempo indeterminado, pero había que acelerar los planes. Así que me aparté sonriendo y poco a poco me incliné para arrodillarme ante él.
Fue en ese instante cuando sentimos que la puerta se abrió.
- Chicos, ¿no tienen casa para bañarse? - preguntó la voz de Edgardo.
Los dos nos quedamos paralizados.
- Ya salgo - atiné a responder, cerrando la ducha. Fue lo único que se me ocurrió a hacer, para darle credibilidad a que estábamos en cubículos distintos.
- Vamos, chicos, que quiero irme - gimió Edgardo, cual criatura caprichosa.
- ¿Para qué tienes duchas si no nos dejas ducharnos? - pregunté.
- Son para los de otros horarios - respondió, dirigiéndose hacia la salida. - Para los que sí me caen bien.
Y dando un portazo a la puerta del vestuario, fiel a que le gusta tener siempre la última palabra, nos dejó nuevamente en la soledad de una intimidad truncada.
Bruno parecía haberse convertido en piedra.
- ...