Fecha: 19/11/2017,
Categorías:
Sexo oral
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Subí al ascensor y apreté el botón para subir al octavo piso, donde viven mis abuelos. Mientras subía, mi respiración se hizo cada vez más lenta y profunda, quería borrar de mi rostro el enfado que me causaba tener que ir a verles, en lugar de irme con mis amigas de fiesta. Me alisé la corta falda con las manos y observé mi aspecto en el espejo hasta que el ascensor se detuvo.
Abrí la puerta de la casa con cuidado y entré en silencio. En la oscuridad de la madrugada, confirmé que la luz del cuarto de matrimonio estaba apagada. Iba a irme de vuelta, donde había quedado, cuando descubrí una luz parpadeante bajo la puerta del comedor. Me acerqué de puntillas y la abrí lo justo para atisbar en su interior.
Allí estaba mi abuelo, sentado en el sillón, mirando con atención una película erótica. Yo era consciente del insomnio de mi abuelo, pero en ningún caso sabía de sus gustos por unas películas que yo estaba acostumbrada a descubrir a mis hermanos mayores. Permanecí en el sitio, mirando un rato a mi abuelo, y otro rato la película, hasta que una mezcla de curiosidad y excitación me obligó a entrar.
Inmediatamente, cruzó las piernas en un vano intento por ocultar el bulto de su entrepierna y me miró con gesto culpable, tartamudeando una excusa mientras el temblor de sus manos le evitaban cambiar de canal con el mando a distancia.
No podía apartar mis ojos del bulto de su pantalón. Era evidente que los años no habían mermado el tamaño de su miembro... y si lo había ...
... hecho, no lo suficiente como para que dejara de resultar de lo más excitante.
Se levantó, momento que aproveché para sentarme frente a él. Se desabrochó el cinturón, el botón y se bajó la cremallera, para extraer su pene. El vello había desaparecido casi por completo, y las venas se clavaban en su piel bajo el reflejo de la televisión. Le toqué el glande con los dedos, y su humedad hizo que dirigiera la otra mano hacia mis bragas. Paseé la mano por toda la superficie carnosa, con reservas al principio para ganar firmeza, y acabé masturbándole con torpeza, tal y como estaba viendo en la pelicula a sus espaldas.
Levantó su manaza y acarició mis nacientes senos sobre la camiseta. Luego, me la levantó con dulzura y palpó mis pezones. Le miré a los ojos, y comprobé que estaba disfrutando tanto como yo.
Miré estúpidamente hacia mi sexo y descubrí que no había parado de acariciarlo y que tenía las bragas chopadas, así que con una sonrisa de disculpa, obedecí y empecé a meterme los dedos hacia mi clítoris.
La miré con cierto reparo. Nunca había tenido novio, y era la primera vez que veía una verga fuera de las películas, y mucho menos había tocado una. Entonces, se agachó y empezó a lamerme los pezones mientras me apartaba la mano y me acariciaba la vagina. Cuando sus gruesos dedos quedaron empapados en el flujo vaginal, los introdujo con cuidado en mi ano. Rodeé su cabeza entre mis brazos y le supliqué que me los introdujera con más rudeza. En lugar de ello, hizo que me ...