... Paty vivía sola desde los diecinueve años, edad en la que logró independizarse de su familia para encarar la vida en la universidad, aparejándola con trabajos temporales y esporádicos con los que lograba salir adelante. Obviamente, para la fecha en la que me llevó a su reducto, el sueldo de la editorial pagaba cómodamente su independencia. El departamento era muy pequeño, de una sola recámara, un baño y una estancia en la que se antojaba imposible ubicar un comedor y una sala sin que se encimaran uno en la otra. La mujer que amo resolvió esto con una sala en escuadra y una mesa pequeña con dos asientos, suficiente para sus necesidades y las de algún ocasional visitante. Me pidió que me acomodara en la sala y que me sirviera lo que quisiera de lo que había en la diminuta cocina, mientras se dirigía a su habitación para "ponerse ropa más cómoda". Yo no podía imaginar qué sería más cómodo que aquellos leggins grises que enfundaban sus piernas y su redondo trasero; de tan ceñidos, más que tela parecía que le habían pintado de gris las piernas y las nalgas, dando un perfecto panorama de lo que serían esas nalgotas al natural, pues era evidente que no llevaba ropa interior. Poco después me enteré de que Paty jamás usa brassiere ni calzones o bragas; cuando mucho y en contadas ocasiones, hilos dentales que, al ver su diminuto tamaño, uno se pregunta si no es lo mismo ponérselos o no.
Me serví una cerveza helada del refrigerador, gritándole que si quería una: "No me gusta la ...
... cerveza, gracias, pero te agradecería una coca de dieta". Destapé ambas latas y las serví en vasos, preguntándome por qué una persona a quien no le gusta la cerveza tendría más de dos docenas de latas en su frigorífico. Me acomodé en el sillón de lo que pretendía ser la sala y me aflojé la corbata, dejando el saco en el respaldo de una de las sillas del "comedor". Pasaron unos minutos para que me quedara de una pieza al ver aquello salir de la habitación: Mi descarada anfitriona salió con algo que aspiraba a ser un vestido y que luego me enteré de que es una de esas prendas transparentes que las mujeres usan en la playa para cubrirse luego de salir del mar y que, dada su costura completamente abierta, dejan ver absolutamente todo lo que está debajo, con la salvedad de que Paty no traía un bikini debajo, ni tampoco ropa interior común; de hecho, aparte de aquella diminuta prenda no vestía absolutamente nada.
Por primera vez, pude ver con toda claridad el voluptuoso cuerpo de aquella mujer que me traía loco; evidentemente, primero admiré la parte frontal de su anatomía, deteniéndome en unas tetas pequeñas de espectacular redondez y pezones rosados de tamaño estándar, para luego bajar la vista a su monte de Venus: se observaba claramente la línea superior de su panocha cubierta por una delgada línea de vello, muy corta pero suficiente para constatar que fue modelada por alguien experto en depilación, una obra de arte mezcla de fineza y descaro. Su breve cintura terminaba en ...