La primera vez que Dora, mi mujer, me penetró el culo con un consolador de silicona me llevé una gran sorpresa, primero porque no me dolió y después porque, casi inmediatamente, empezó a gustarme y a excitarme mucho, pero mucho. Me pareció que estaba tardando un poco más de lo habitual en recuperar la erección completa (ya me había corrido unos treinta minutos antes gracias a una de las estupendas mamadas que tan bien sabe hacerme Dora), pero cuando tuve mi eyaculación, ayudado por el excelente movimiento de sube y baja de la mano derecha de mi mujer, fue una sensación muy placentera, aumentada por el largo y lento fluir del semen. Me quedé dormido y luego, al despertar, sí sentí leves m*****ias y escozor en mi ano, pero estaba contento y sorprendido por lo caliente que me había puesto y lo mucho que me había gustado. Hará de esto como un par de años.Siempre tuve reticencias para que Isadora (Dora) me diera por el culo. Llevaba mucho tiempo pidiéndomelo con dos argumentos casi irrefutables: se iba a excitar mucho haciéndomelo (excitada pasa a ser una ardiente erupción sexual y garantía de muchas y buenas corridas para mí) y dado que yo penetro su culo desde hace años porque es algo que me pone a mil, ella también quiere hacérmelo a mí.Durante meses empezamos los preparativos: me dilata el agujero acariciando la entrada muy suavemente, primero con los labios y la lengua (esto me vuelve loco), con mucha saliva, y después con los dedos impregnados de un aceite hidratante de ...
... rosa mosqueta y al cabo de un buen rato de caricias me mete el dedo meñique en un lento y suave metisaca, que un rato después es sustituido por el dedo índice y, con el paso de más minutos, por el dedo gordo. Me gusta, sí, me excita mucho, pero al final siempre le niego la posibilidad de penetrarme con uno de sus consoladores, de los que usa a menudo en nuestras prácticas sexuales y con los que se masturba siempre que salgo de viaje y paso seis o siete días fuera de casa, lo que suele suceder la primera semana de cada mes.Desde la primera vez que Dora y yo nos acostamos hemos tenido sexo tres o cuatro veces por semana, prácticamente día sí, día no, o día sí, día también, con repeticiones los fines de semana. Llevamos casados poco más de quince años y el sexo sigue siendo una importantísima parte de nuestra relación que, por suerte, hemos sabido mantener y acrecentar con el paso de los años. Isadora es una mujer caliente, mucho, siempre dispuesta para el sexo y con verdaderas ganas de gozar y de darme placer. Se siente bien cuando me proporciona varios y sentidos orgasmos, y como a mí también me encanta ver que se corre y disfruta cuantas más veces mejor, nuestro sexo ha sido siempre variado, poco monótono y me atrevo a decir, mutuamente solidario. Hemos tenido varias experiencias de sexo en grupo y tríos con otra mujer u otro hombre, además de que tenemos un matrimonio amigo, Alberto y Mercedes, con quienes algunos fines de semana y cuando tomamos días de vacaciones follamos y ...