Ética, religión y Mónica -2
Fecha: 01/02/2021,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: Lman13, Fuente: CuentoRelatos
Jueves.
El mejor día de la semana. Los jueves, al menos para mí, las clases terminan a la una de la tarde y no hay entrenamiento así que espero hasta las tres que salen los amigos y aprovecho para hacer mis tareas. Al cuarto para las cuatro estoy en casa y tengo toda la tarde para hacer lo que me plazca.
Todavía con el recuerdo fresco en la mente de mi encuentro con Mónica el día anterior (acompañado de la erección correspondiente), llegué a la escuela y me dirigí a mi primera clase del día. Mónica aún no estaba allí, cosa rara porque siempre era de las primeras en llegar. Entró el profesor de estadística al salón y justo atrás de él, Mónica que llegó al salón corriendo.
No nos hablamos durante las tres primeras clases, fue hasta la hora del receso, cuando me dirigía a la cafetería, que me alcanzó y caminó conmigo.
- ¿Por qué tan solito? – Me preguntó. – ¿Hoy no traes escolta?
Ella se refería a Carlos y a Héctor. Tal vez deba presentarlos.
Carlos era miembro del equipo de natación, y tenía el record inter-escolar en nado de pecho. Poseía el cuerpo más atlético que he visto, era bien parecido y tenía toda una corte de seguidoras. Además, el año pasado había ganado las competencias estatales y fue seleccionado al equipo que iría a los nacionales. Desde luego el número de admiradoras que tenía se multiplicó ampliamente, no creo que nadie haya tenido más sexo que él en ninguna preparatoria del país.
Héctor, por otro lado, era miembro del equipo de yo los ...
... sigo a todos lados, no tenía ninguna disposición atlética, no era particularmente guapo ni era tampoco un gran estudiante, sin embargo, era esa clase especial de persona capaz de hacer lo que muchos no harían. No había reto pequeño para él, como el día que lo retamos a ligar con una de las maestras. Para ser precisos, la maestra de dibujo.
La Hippie era la maestra de dibujo cortejada por Héctor y recibía ese apodo por su aspecto desaliñado, de unos treinta y tantos años no era ni guapa ni fea pero siempre vestía unos jeans desgastados que, al no usar cinturón, se le bajaban a cada rato, ella se los tenía que subir constantemente jalándolos de las trabillas y meneando la cadera varias veces sin importarle dónde o con quién estuviera. Usaba blusas muy coloridas sin mangas y un enorme chaleco largo y abierto al frente, de cuyas bolsas parecía ser capaz de sacar cualquier objeto, lápices, gomas, pasadores, labiales, licuadoras, cachorros de hurón, de todo. ¡Era un prodigio!
Héctor la siguió a todos lados por una semana, la esperaba en el estacionamiento, le abría la puerta del auto y le llevaba los libros y materiales. Se encontraba con ella en la cafetería, aunque para eso perdía una clase, y una vez hasta le llevó unas flores. Todos estábamos muertos de la risa aunque disimulábamos y cada vez que caminaba con ella en el patio, al pasar junto a nosotros, volteaba a vernos y nos guiñaba el ojo con una gran sonrisa.
En otra ocasión, estando en las duchas, salió corriendo con ...