1. Rubelo


    Fecha: 26/06/2017, Categorías: Sexo con Maduras Autor: Havelass, Fuente: CuentoRelatos

    ... explicara qué hacíamos Rubén y yo!, y les hice pasar a mi dormitorio. Me quité toda la ropa frente a ellos y les invité a que hiciesen lo mismo. Después acaricié con dulzura sus masculinos cuerpos; ellos reaccionaron metiéndole mano al mío. Y nos acostamos.
    
    La polla gorda y dura del gordo barbudo se ensanchaba más y más a cada empuje de mis labios; me sobrevenía la asfixia, y el bajito musculoso culeaba cada vez más rápido. Yo respiraba sonoramente por la nariz. Tal dificultad para respirar, reteniendo tanto tiempo el aire en mis pulmones, me provocaba un orgasmo y otro y otro, tan seguidos que los espasmos que sufría hacían que perdiese la horizontalidad de mi espalda y el de atrás me la metiera de arriba hacia abajo aumentando si cabe más mi placer. Oía sus gruñidos de satisfacción, sus roncas frases obscenas en las que se animaban el uno al otro, sus respiraciones cada vez más agitadas. Súbitamente, el semen del gordo barbudo se disparó a mi garganta; yo retiré mi boca y rebañé los grumos blanquecinos de su prepucio, adorando su gran polla. El gordo dijo: "Así, nena, así". El bajito musculoso parecía que también acababa, porque un vaivén me lanzó hacia la barriga del barbudo sin poderme sostener, y su aullido sonó feroz.
    
    Allí me dejaron, sobre las sábanas como una muñeca descoyuntada, pero satisfechísima.
    
    Ahora debía avisar a Rubén.
    
    Conocí a Rubén a finales de verano: una noche...
    
    Salí de la ducha y me puse la batita semitransparente sin sujetador ni ...
    ... bragas. Así me paseaba por mi casa, de la cocina al salón, del salón al dormitorio, con mis quehaceres, cuando sonó el timbre de la puerta. "¿Quién será a estas horas?", me pregunté, después de mirar el reloj analógico colgado de la pared de la cocina, que señalaba las once de la noche; me encaminé hacia la puerta de la entrada y abrí. Ni siquiera me acordaba de lo que llevaba puesto encima, que era poca cosa, y si a eso le sumamos que yo, a mis treinta y seis años, estoy metidita en carnes, con curvas sobresalientes, no es de extrañar que al hombre joven que se me presentó de frente se le extraviase la vista, pues no sabía dónde mirar. "¡Señora!", exclamó; "Mi nombre es Sonia, tutéame, ¿qué quieres?", le pregunté; "Verá, verás, mmm, Sonia, me llamo Rubén, soy el nuevo vecino de abajo, y, no sé, me da la impresión de que tienes problemas de humedades". "Sí, de humedades", pensé, "desde luego, te he visto y se me ha hecho el chocho agua". Vaya con mi vecino nuevo: uno ochenta, moreno, ojos verdes, buena figura... "Bueno, entra, echaremos un vistazo a la instalación", solté. Enseguida entramos en mi casa; entramos en la cocina. Él llevaba puesto un calzón corto deportivo, y, una de las veces que se puso en cuclillas para comprobar las conexiones de los tubos, se le salió la punta de la polla. Hum, me gustó; así que hice como que tropezaba con la pata de una mesa y caí de espaldas sobre el suelo, soltándoseme un poco el cinturón de mi batita, quedándoseme una teta bien visible. Él se ...