... "semen" y no "saliva". Yo ya tenía 14 años recién cumplidos, pero nada de "semen", siempre le decía "leche", o "mocos".La noche terminó con el ruido subyugante de los grillos, el cuerpo de mi papá junto a mí, como protegiéndome y una desconocida sensación de paz y alegría. Con los años supe que eso se llamaba "Felicidad".A la mañana siguiente, como era de esperarse, desperté solo en la cama y solo en la casa... ¡pero!... lo curioso fue que desperté con mi short y la camiseta puestos. ¿Qué había pasado ahí? Luego me enteré, pero queda claro que no tengo que explicarlo.Me levanté y fui al baño a hacer lo propio y a cepillarme los dientes, pero mientras estaba en eso, no pude menos que recordar lo sucedido el día anterior. ¡Era demasiada información!... difícil procesarla como quien recuerda una película o una fiesta. Fue demasiado lo de mi tío y... ¡lo de mi papá!, que por inesperado tuvo mayor peso, pero había algo clavado en mi mente: el beso que tenía que devolverle a mi tío. Me daba miedo y me daba emoción, no sabía qué hacer o pensar, pero fue inútil, porque mi tío pensó por mí. Lo único que me quedaba claro, era que me había gustado un chingo el sabor del semen. Aun cepillándome los dientes, podía sentir en mi nariz el olor de "la salvia" de mi papá.Salí a la cocina y descubrí un suculento desayuno ya servido. Desayuné otra vez como náufrago y tuve que regresar al baño. Saliendo me vestí, me puse las botas que me había comprado mi papá para la ocasión y fui al corral ...
... donde estaban ordeñando las vacas. Me subí a la cerca de metal y concreto a observar todo.Yo no sabía que el corral hubiera crecido tanto y tanto, mucho menos que hubiera tantos empleados, y mucho menos que hubiera tantas vacas.Busqué a mi papá pero no lo encontré por ninguna parte. Sólo vi empleados, vacas y becerros. Me senté junto al depósito de leche y, por si no lo sabe quien me lee, se acostumbraba entonces a poner el depósito de leche cerca de los becerros, por alguna razón que desconozco, pero lo que a mí me resultó obvio, es que también era el centro de acopio y distribución de moscas... pero bueno, no me importó. Me puse a jugar con los becerros pequeños, cuando sonó una voz muy familiar para mí: "¡¿Quióbo cabroncito?!... ¡hasta que por fin te amaneció el día...huevón!". Levanté la cabeza y lo vi venir cargando una cubeta llena de leche (leche real =) espumeante y con su ropa de carácter, es decir: con botas de hule negro, pantalones caqui ajustados y una camisa igual a la que llevaba cuando fuimos al río.Se le veía muy contento. Se le veía muy cachondo, la verdad, y tan cachondo se le veía, que con cegadora claridad pude ver que el bulto ajustado entre sus piernas empezó a crecer... ¡genial!Llegó, vació la leche que traía (la de la vaca, no la suya) aventó la cubeta y me guiña un ojo diciéndome en voz baja: "Espérame tantito, ahorita nos vamos". Sólo asentí con la cabeza y con una sonrisa. Increíble o no, yo ya andaba otra vez caliente, nomás de verle crecer el bulto ...