CAPITULO 4:
Subimos a mi habitación. Me dispuse a coger un par de calzoncillos, pero él me cogió las manos por detrás para frenarme, pegando su pene a mi culo. Entonces terminé de empinarme. Se dio cuenta y movió su mano a mi cadera, y de ahí suavemente la deslizó hacia mi pene. Lo agarró y empezó a pajearlo. Mientras yo sentía como su pene iba creciendo.
- ¿Qué haces? –le dije-.
- ¿Tu qué crees?
- ¿Estás seguro?
- Yo sí, ¿no quieres?
- Sí, si quiero, pero no me lo esperaba de ti
- ¿Por?
- No sé, nunca había pasado nada parecido
- No vengas a decirme que no te pones a mirarme el paquete, si se te nota montón.
- ¿Tanto se me nota?
- Yo sí
Él seguía pajeándome. Me tiró sobre mi cama y se puso de rodillas. Acercó su boca a mi pene y me lo empezó a lamer, y luego, a chupar. Era un placer que yo nunca antes había experimentado. Estuvo así un rato, hasta que me corrí en su boca. Se tragó mi semen diciendo que estaba delicioso. Me cogió y me sentó en el suelo. Se puso de pie delante de mí y me dijo que se la chupara. Así fue, se la chupe. Creo que lo hice bien por los gemidos que daba. Justo antes de correrse sacó su polla de mi boca, para hacerlo sobre mi pecho.
- ¿Te gustó? –me dijo-.
- Sí, mucho. Estoy rendido.
- ¿Es tu primera vez?
- Sí –dije algo avergonzado-.
- Estuvo bien, ¿verdad?
- Sí, sí. Pero ahora estoy agotado.
- Pues vamos a dormir.
- ¿Quieres que te deje un pijama?
- No, dormimos desnudos, ¿no dices que ...
... duermes desnudo?
- Sí, pero no sabía si estando tú aquí…
- Da igual. Es más, yo diría que es mejor.
- Pues vale.
Nos metimos juntos en mi cama, desnudos. El concilió el sueño enseguida. A mí me costó un poco más, porque no podía dejar de pensar en lo que había pasado.
CAPITULO 5:
La mañana siguiente nos despertemos por el ruido de la aspiradora. Eran las diez, por lo que hacía dos horas que había llegado María.
- Gabriel, ¿vamos a desayunar?
- Vale.
Nos levantemos de la cama, desnudos. Me dirigí a la puerta, tras la que posiblemente se encontrara María.
- ¿Vas a salir desnudo?
- Sí, hay confianza, María es como de la familia. Sal desnudo tu también.
- ¿Estas seguro?
- Claro, no va a decirte nada.
Abrí la puerta y salí al pasillo, unos metros más allá estaba María.
- Buenos días
- Buenos días señorito –respondió ella-.
Entonces salió Gabriel, desnudo como yo.
- ¡Vaya! No sabía que estuviese acompañado. Buenos días a usted también señorito.
- Buenos días –dijo Gabriel tímidamente, mientras María se daba cuenta de que también estaba desnudo-.
- Es Gabriel, un amigo –dije yo-.
- ¿Pasaron la noche juntos?
- ¿Perdón? –dije yo cortando la conversación-.
- Nada, no quería meterme en su vida.
Fuimos hasta la cocina y desayunamos mientras hablábamos de lo que había pasado la noche anterior.
- Me gustó mucho, algún día repetimos –dijo Gabriel-.
- Sí, estuvo bien.
- ¿En serio es tu primera vez?
- Sí
- ...