1. Todo empezó en el seminario


    Fecha: 23/10/2019, Categorías: Infidelidad Autor: Werther el Viej, Fuente: CuentoRelatos

    Fíjate qué cosas. Julio me encontró mientras yo tomaba una cerveza en el bar de siempre. Hacía unos 15 años que no nos veíamos. Desde el seminario. Seminario que yo abandoné al año y, tiempo después, me casé. Él siguió, y ya no nos vimos más.
    
    Precisamente en el seminario, tuvimos una relación íntima y profunda, pero también eróticamente muy práctica. Lo mismo íbamos de putas que, por amistad, nos masturbábamos, nos montábamos sesenta-y-nueves, o nos sodomizábamos satisfactoriamente. Te aseguro que había disfrutado de orgasmos inolvidables. Allí, pues, aprendí a practicar el sexo sin limitaciones de género.
    
    Espontáneamente, al volverlo a ver me asaltaron sensaciones profundas de esos pasados orgasmos. Recordé el gusto excitante de la polla de Julio, el sabor de su leche cuando se corría en mi boca, y su calibre cuando me la metía por el culo. Me pregunté si él sentiría algo parecido. Si se acordaría también del sabor y el calibre de mi verga. Me lo miré con el mismo afecto de especial amistad que sentía hace 15 años. Y acabé invitándolo a cenar en mi casa.
    
    Flora, mi mujer, no lo conocía, pero sabía nuestra historia. Yo se la había contado. Tal vez se la expliqué cargada con tanta lujuria que, curiosamente, ella me había confesado que, a veces en alguno de nuestros tríos, fantaseaba con que el tercer compañero era el Julio del que yo le había hablado. Por eso, cuando se lo presenté y cortésmente se besaban ambas mejillas, me guiñó un ojo con picardía.
    
    Durante la ...
    ... cena, hablamos de todo. Julio contaba cosas y casos relativos a su carrera. Nosotros, a las diferentes circunstancias de nuestra vida. Todo parecía normal hasta que, mientras tomábamos cafés y whiskys en la sala de estar, la cosa se desmadró. En realidad, la hizo estallar Julio. Repantigado en una butaca, le echó una larga mirada valorativa a mi mujer. Y, de pronto, asestó una estocada definitiva al convencionalismo de la situación. Dirigiéndose a Flora, sorprendentemente le dijo:
    
    -Como supongo ya sabes, Alfred y yo éramos dos tipos muy lujuriosos. Yo sigo siéndolo y sospecho que tu marido también lo es... Dime, querida, ¿te folla bien mi amigo, mi viejo compañero, Alfred?
    
    Comprenderás que ni mi mujer ni yo esperábamos una intervención tan descarada. Y menos por parte de un sacerdote. Aunque fuese de “paisano”, que iba Julio, sin sotana ni siquiera alzacuellos. De momento, quedamos bastante desconcertados, intentando asimilar el mensaje.
    
    -Que yo recuerde, tiene una buena verga -concluyó.
    
    Fue Flora quien más deprisa reaccionó.
    
    -Follamos bien y mucho -especificó desafiante-. Sin restricciones de número ni de género.
    
    -¡Vaya! Eso quiere decir que lo mismo folláis en pareja que en tríos, en intercambios, en orgías...
    
    -Exactamente -intervine yo-. ¿Por qué te interesa tanto?
    
    -¿Os lo habéis montando alguna vez con curas o monjas? -inquirió Julio, y sin esperar respuesta, de cara a mi mujer, continuó:- Has dicho que a veces os montáis tríos... Chicos, ¿qué me ...
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