Los perturbadores mensajes de mi hermana (parte II)
Fecha: 20/10/2019,
Categorías:
Infidelidad
Autor: juliomarkov, Fuente: CuentoRelatos
... pajas:
“Quiero que te pajees con mi culazo y me mandes fotitos, amor. Quiero ver tu lechita derramada en mi honor”
De más está decir que accedí a su pedido; y en tiempo record. La imaginé con el culito para arriba posando para la selfie mientras su marido dormía a su lado y no pude hacer otra cosa más que agarrarme bien fuerte la verga y sacudírmela nuevamente hasta vaciarla por enésima vez. No habrían pasado dos minutos cuando ya le estaba enviando las fotos de mi caudalosa acabada, de mi verga chorreante y de su tanga lila bañada en semen. Su respuesta fue inmediata:
“Mmm… qué delicia, amor! Quiero ese vergón en mi cola. Quiero tu lechita en mi pecho y en mi boquita”
Urgente tomé mi celular y, con firme decisión, tipeé el siguiente texto:
“Vení a mi habitación ahora! Esta noche te voy a romper el orto, hermanita!!”
Pero no lo envié. Me acobardé a último momento: mi dedo pulgar repiqueteó a gran velocidad sobre la tecla de retroceso hasta no dejar ninguna huella del mensaje. Diez segundos más tarde lo escribí nuevamente y nuevamente lo borré. Estaba desesperado y confuso y demasiado caliente. Quería cogerme a mi hermana sin más demoras, pero no me animaba a dar el paso adelante hacia el abismo. Para colmo escuché pasos en el corredor y creí reconocer en ellos el andar de Ernesto. Este hecho dio impulso a mi definitivo paso hacia atrás.
Me fue imposible conciliar el sueño en mi última noche entre esas cuatro paredes: blanca prisión para mi lujuria. ...
... Sólo pensaba en cómo hacer para garcharme a Vale antes de mi inminente partida. ¿Y si no volvía a verla por otros dos años? Debía buscar la forma de deshacerme de mi cuñado, aunque fuera por un rato, y darle a mi hermana la cogida de su vida.
A la mañana siguiente me levanté cansado, ojeroso, con los ojos inyectados en sangre producto del mal dormir. Con mi verga implorante de carne fraterna bajé a desayunar. Vale estaba en la cocina con mi sobrino y –por supuesto– mi cuñado. Cuando lo vi tuve la triste certeza de que retornaría a casa sin hacerle el orto a la muy puta.
Partimos cerca del mediodía. Casi no hablé de camino a la estación. Aunque mi silencio bien se podría haber interpretado como típica tristeza de fin de vacaciones, me figuré que Vale sospechaba que mi desconsuelo era en realidad pura resignación. Ella lucía sonriente, radiante, como de costumbre.
Y el momento de la despedida llegó. Luego de un eterno agradecimiento a mi cuñado, me encargué de llenar de besos y mimos al pequeño Francisquito. Guardé el último de mis abrazos para Vale. Ella lo retribuyó con efusividad: se la notaba completamente emocionada. La ternura de su abrazo dejó en evidencia, una vez más, aquel intrigante contraste entre ángel y demonio que aturdía mi mente. Ante esa dualidad, me hubiera encantado conocer en persona al ser demoníaco que me había vuelto loco de calentura con sus mensajes obscenos y sus atrevidos regalos, pero solamente en nuestro escondite secreto y virtual habíamos ...