¡Ay... qué cosa, con mi hermano!
Fecha: 22/08/2019,
Categorías:
Infidelidad
Autor: diosapuerca, Fuente: CuentoRelatos
... caído un baldazo de agua helada, y mi carcajada estalló instantánea. Enseguida... ¡retomé la tortura! Sus gritos y gemidos, volvían a llenar la habitación. Otra vez su abundante leche que en vez de mermar en su emanación parecía crecer en abundancia cada vez más espesa, y yo saboreaba como cochina golosa aquel manjar delicioso tragándome cada chorro y buscando cada salpicada que quedara por cualquier parte.
Y en cada pausa de descanso, comencé a hablarlo...a decirle que había pasado ahora él a ser mío por completo, y que sus alcahueterías para conmigo eso habían conseguido, y él no tenía respuestas y quedaba mudo y yo más me reía. ¡Y seguía la cosa!
Por fin comencé a follármelo, ¡y comenzó la folladera! lo fifaba con deleite sintiendo aquel ¡flas! ¡flas! ¡flas! ¡flas! de nuestros jugos haciendo ventosa en cada subida y bajada de mi cuerpo encima de él follándolo, y él sacudía su cabeza invadido por los orgasmos que lo enloquecían debajo mío así cocheándolo como energúmena, mientras sus piernas hasta pataleaban en la desesperación por tan gorda paliza sexual como la que le estaba yo propinando.
Cuando parecía que iba a ya no poder seguir rindiendo él más, encontraba yo maneras de volver a alborotarlo, y cuando eso ocurría él ya quedaba completamente a mi merced otra vez, y otra vez volvía yo a gozarlo como se me antojara gozarlo. Ahora, sus gritos iban acompañados de un aullidito, y se ...
... entremezclaban con suspiros y gemidos de hondo, hondísimo placer resignado. Su pataleo, tornábase cada vez más lánguido, y ya resignado por completo a su suerte, se entregó a mí con una carita como de moribundo feliz.
Exhausto ahora sí por fin, su chorizo quedó sin respuestas a mis manoseos y mil otras cosas, pero ya por él habían corrido ríos de disparante leche saltándole pija afuera una vez tras otra y otra y otras tantas más, y su cuerpo quedó como yerto ahí en la cama mientras yo, hablándole con mi cara pegada a la de él, le decía que él ahora, era mi juguetito... mi cosita... mi bichito... mi ch... ch... ch... y todo lo que yo sabía que a él lo fastidiaba que yo siempre le dijese, pero ahora... reía. Reía, porque había sido ahora sí: ¡DOMADO!
Se levantó... anduvo como borrachito tambaleándose un rato, lo hice darse un buen baño, le di comida, se echó a una siestecica donde quedó como muertito, y se durmió como cinco horas seguiditas.
Cuando despertó, me vio junto a su cama mirándolo, y haciéndole la más cochina de mis morisquetas. Lo agarré de un brazo, lo levanté a los tirones, y allá salí con él a mi dormitorio llevándolo donde lo lancé con violencia sobre el colchón que se hundía con el impacto de su cuerpo ahí cayendo, y, al levantarse por la elasticidad, ¡caigo encima de él hundiéndolo otra vez! ¡Él, ya sabía muy bien lo que seguía a eso! jajajajaja
¡Ay... qué cosa, con mi hermano!!!