Alicia sin su marido
Fecha: 31/07/2019,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Mi nombre es Alicia, aunque todos me conocen por Ali. Tengo 42 años, pero no os asustéis. Tengo un cuerpo que ya quisieran muchas jovencitas de veinte años. Soy rubia, mi pecho es exuberante y mi cuerpo está moldeado por el gimnasio y por una naturaleza que lo hizo elástico y delgado. Estoy casada, pero mi marido no me es fiel, lo sé y me consta, aunque él no me lo haya dicho nunca. La verdad es que yo tampoco le soy fiel a él, y no sé si lo sospecha o no. Somos un matrimonio bastante liberal, pero no sé si terminaremos divorciándonos o haciendo un intercambio de parejas o un trío.Me encanta el sexo. Me refiero al sexo puro, sin adornos, sin cenas románticas, sin velas, sólo sexo. Con la edad he aprendido a buscar las cosas que me apetecen, sin tapujos, no andarme con bobadas. Cuando un hombre me mira (y me pasa muy a menudo, créanme), y noto en su mirada que hay solamente deseo, me excita, y si la ocasión lo permite, no dejo de aprovecharlo.Lo que voy a contar ocurrió el verano pasado. Mi marido tiene un pequeño taller mecánico en las afueras de Madrid, y había ido cuatro días a hacer un curso de electricidad del automóvil, o algo parecido. El taller es pequeño, pero tiene un empleado, David, que es sordomudo, pero que tiene sólo veintidós años y un cuerpo excepcional. Yo había observado cómo me miraba cada vez que entraba al taller y me gustaba que lo hiciera, de hecho procuraba vestirme con ropa ceñida cuando tenía que ir allí a algo y disfrutaba exhibiéndome delante de ...
... él.Aquella mañana estaba abriendo el taller y no había ningún cliente. Yo me había levantado bastante lanzada porque la noche anterior había estado de copas con unas amigas pero el plan que teníamos con unos tíos había salido fatal, al final nos habían dado calabazas a todas y nos habíamos vuelto a casa bastante enfadadas. Desde la ventana de mi dormitorio, mientras desayunaba, le vi abriendo la puerta y tracé un plan. Me puse un vestido corto de gasa pero sin nada debajo, de manera que, sin transparentarse del todo, se dejara intuir que iba desnuda. Cogí unas esposas que mi marido y yo habíamos usado alguna vez en nuestros juegos, un tarro de crema lubricante, el móvil, y me bajé al taller.Por suerte, cuando llegué aún no había llegado ningún cliente. Mi presencia fue advertida inmediatamente por David. Me dirigí a la puerta exterior del taller y la cerré. Él me miraba con cara de estúpido, pero con unos ojos que parecían querer comerme entera. Yo me supe atractiva, me sentí mujer y empecé a sentirme caliente. Sin mediar una palabra con él (es sordomudo, os recuerdo), me levanté la falda y le enseñé mi coño por un instante. Después le hice un gesto con las esposas y entendió de inmediato, porque me tendió las manos para que se las pusiera. Todo estaba dispuesto para lo que yo había planeado. Le indiqué por gestos que debía desnudarse. Creo que le dio un poco de corte, porque se fue a su vestuario y apareció desnudo pero con una toalla de lavabo atada a su cintura y las botas ...